domingo, 5 de junio de 2016

Viena y Bratislava

El despertador sonó a eso de las cinco de la mañana, aunque por la luz que había no lo parecía. Quería aprovechar para comentar que tenemos un serie problema en España con el huso horario. No es posible que países de Europa del este tengan la misma hora que nosotros. España debería tener el mismo huso horario que Inglaterra y Portugal que es el que le corresponde. No solamente porqué afecte a las horas de luz, sino que esto trae consigo una descolocación horaria respecto al resto del mundo enorme. Somos los que más tarde nos acostamos y más horas trabajamos pero con menor productividad.
Después de hacer este inciso continuo. El metro llevaba abierto una hora más o menos, así que sin problema llegué a la estación con una horas de antelación. Me llamó la atención la vida que había por la calle a esas horas, lo que confirmaba más aún lo que os comentaba del horario.
El camino en el autobús me lo pasé durmiendo en su totalidad y para cuando me desperté ya estaba en Viena.

La capital austriaca se encuentra a tan solo 250 km de Budapest y 80 km de Bratislava. Es la ventaja que tienen estos países, que puedes moverte por ellos sin recorrer grandes distancias y con unos precios de autobús regalados.
Llegar al hostal fue mucho más fácil de lo que me pensaba porque aunque las calles tenían también nombres complicados prefiero mil veces el alemán al húngaro. Además era casi todo recto y resultaba más fácil orientarse. El hostal en el que me hospedaba era de la cadena Wombats, de los mejores hostales en los que he estado. Excelentes instalaciones, una limpieza digna de los mejores hoteles, ambiente inmejorable, personal encantador, seguridad, y un precio muy competitivo (20 euros la noche en una habitación de 4 personas). Además de una buena ubicación ya que se encontraba a cinco minutos de la ópera y de la Iglesia de San Carlos Borromeo.


Después de dejar la mochila me fui al metro para ir a hacer mi primera visita: el Palacio Schönbrunn. Se encontraba un poco retirado del centro de la ciudad y era imposible ir andando por lo que el metro resultó ser la mejor opción. El billete sencillo cuesta 2,20 euros.
También conocido como el Versailles de Viena, y construido en el siglo XVII, el Palacio Schönbrunn  es la enorme residencia de verano que utilizaba la familia imperial. Hacía un día estupendo para pasear por los jardines y dejarte llevar un poco por la historia del lugar. ¡Todavía puedo oler el olor que había a rosas!


Los jardines era gratuitos pero para entrar al Palacio había diferentes pases: el Grand Tour y el Imperial Tour eran los más comunes. La única diferencia era que con el primero podías ver todo el Palacio y con el segundo solo una parte. Luego también había otros pases que te incluían algunos extras como el zoo o el jardín-laberinto. La entrada que yo compré fue la del Grand Tour por 16,50 euros (Algo menos por el descuento de estudiante).


Era muy común ver por los alrededores al igual que por la ciudad estos carros tirados por caballos.
Para la visita del Palacio te daban un audioguía en español con el que ibas escuchando las diferentes explicaciones de las salas. La visita duró como una hora. Después de ella salías con un poco más de conocimiento sobre la complicada historia de este país. Muy fan de sus políticas matrimoniales :)



A la salida continué dando un paseo por esos maravillosos jardines al mismo tiempo que subía hacia la Glorieta. La cual que corona una colina desde la que se logran preciosas vistas del palacio y donde aproveché para hacer una parada y echar una cabezadita después de comerme un pequeño bocata.


             El sol pegaba de lo lindo y enseguida me entró la morriña.. Total que me quedé dormido.


Después de dar una vuelta por los alrededores fui saliendo de los jardines con calma, perdiéndome un poco entre ellos.
De vuelta tocada conocer el centro de Viena. Este se fue desarrollando desde los primeros asentamientos celtas y romanos y a través de la construcción sucesiva de la ciudad medieval y la barroca, hasta convertirse en la capital del Imperio Austrohúngaro. Su centro histórico contiene una gran variedad de jardines y monumentos arquitectónicos, principalmente palacios barrocos, así como el conjunto de la Ringstrasse, que data de fines del siglo XIX. La Ringstrasse es una avenida circular que rodea el centro de Viena. A mí me venía de perlas para orientarme y descubrir algunos de sus maravillosas obras arquitectónicas. La primera de ellas, muy cerca de mi hostal, nos encontramos con la Ópera.


La ciudad ha desempeñado un papel fundamental como centro importante de la música europea y su nombre va asociado a grandes compositores, desde el clasicismo vienés hasta la música de principios del siglo XX. Sin duda la Ópera de Viena es la más famosa del mundo. En la segunda foto podréis ver la pantalla en donde retransmiten en directo algunas de las actuaciones en primavera-verano.

Adentrándonos en el centro histórico me fui directo al Reloj Anker porque quedaba poco para que diesen las cinco en punto y se trata de un reloj famoso porque cada hora se mueven las figuras que señalan la hora. Estas representan diferentes personajes históricos.


Mi siguiente parada fue el Café Neko. Un pequeño café escondido entre unas callejuelas del centro, característico por poder tomarte algo mientras los gatos se pasean alrededor tuya.
Todo en el café estaba enfocado hacia el mundo gatuno, incluso la carta tenía los nombre de todos los gatos que había allí. Era muy gracioso ver como los gatos se subían en las sillas con la gente, se acercaban para cotillear y para que les acariciases por supuesto.



Cuando fui a pedir la cuenta me llamó la atención la forma en la que te la daban. Al igual que pasaría en el resto de sitios que fui, los camareros llevaban una especie de monedero atado con una cadena en el bolsillo con el que te cambian el dinero que les dabas.
Daba gusto pasear por las calles de la ciudad, las cuales están increíblemente limpias. Cierto es que bastante cara, por eso tuve que escatimar un poco con las comidas y tirar de lo que había comprado en el supermercado de Budapest.
Continuando por el centro seguí las indicaciones que me había dado una guía local con la que había contactado en la oficina antes del viaje. Lo ideal habría sido poder hacer una visita guiada con ella pero tuve la mala suerte de que en estas fechas ella estaba fuera de Viena. Pero aún con eso, me hizo una especie de recorrido que seguir y así hice.


A diferencia de Budapest, el centro histórico de esta ciudad está más concentrado y bastante más lleno de turistas. A pocos metros del café me topé con la imponente Catedral de San Esteban, el símbolo religioso más importante de Viena. Construida en 1147 aunque en permanente restauración está coronada por una gran torre con forma de aguja y de estilo gótico que, con sus 137 metros de altura, puede verse desde diferentes puntos de Viena.



El interior de la catedral alberga los restos mortales de gran parte de los miembros de la familia Habsburgo y fue el lugar de boda y posterior funeral del magnífico Mozart. Aunque si quieres ver todo el interior de la catedral debes pagar, hasta cierto punto es gratis.
Pero sin duda mi parte favorita de esta es la parte posterior donde se puede ver el Tejado de los Azulejos, formado por más de 250.000 azulejos que tuvieron que ser restaurados tras quedar seriamente dañados durante la II Guerra Mundial. ¡Una obra maestra!


En los alrededores de la catedral al igual que en el Palacio Hofburg podemos ver aparcados todos los carros.


Antes de retirarme al hostal hice una parada en la Iglesia de San Carlos Borromeo, Sin ninguna duda lo que más llama la atención al ver la iglesia son las dos columnas del exterior, inspiradas en la Columna de Trajano de Roma. Se trata de una de las iglesia más importantes de la ciudad debido a su contexto histórico. Todo viene porque durante la epidemia de peste de 1713, el Emperador Carlos VI prometió al pueblo que cuando la ciudad fuera liberada de la enfermedad, construiría un templo dedicado a San Carlos Borromeo, patrono de la lucha contra la peste. Así que 25 años después fue finalizada su construcción.


Ya una vez en el hostal me pequé una buena ducha y me bajé al bar para ver la final de la Europa League entre el Sevilla y el Liverpool. A pesar de ser las nueve de la noche había muy buen ambiente en el bar. Además me regalaron en recepción una consumición de bienvenida ;)
Aunque lo tuve que ver sin sonido hubo un grupo de españoles que también lo estaban viendo, ya echaba de menos escuchar español... Al final el Sevilla levantó la copa, con remontada incluida.
Muerto de hambre y con mis pies diciéndome que me quedará descansando decidí salir a dar una vuelta por el centro ya que iba a ser la única oportunidad que tenía de ver la ciudad iluminada.
Comencé subiendo por la la Ringstrasse hacia el Ayuntamiento. Por el camino paré a comprar algo de comer en uno de los puestos de salchichas que había por toda la ciudad. ¡El perrito me supo a gloria!

Me parece que la gastronomía austriaca y alemana no deben de diferenciarse mucho.
Muy cerca de allí estaba el ayuntamiento del que os hablaré.más adelante. Para terminar el paseo nocturno me acerqué a la zona de la catedral, pero las calles estaban desiertas y no tardé en volver al hostal.

Hacía mucho que no pillaba la cama con tantas ganas como aquella noche. En total aquel día había recorrido en torno a unos 35 km. Pero como siempre digo: las ciudades como verdaderamente se conocen es a pie, perdiéndose entre sus calles y explorando todos los rincones. Aunque kas heridas que tenía en los pies todavía me duran,,,. Todo por llevarme unas zapatillas nuevas al viaje.

A la mañana siguiente por los pelos no se me pasó la hora del desayuno. Bajé a hacer el check out y a desayunar. El desayuno se pagaba a parte y costaba unos 4,90 euros el buffet libre. Pero realmente mereció la pena. Aunque diferente a los desayunos a los que estoy acostumbrado, porque al igual que pasaría en Bratislava parece que es común por estos países desayunar paté y pan con pepino, tomate, lechuga, etc. Yo soy más de tostada con cereales y yogurt.
Con la barriga bien llena comenzaba mi último día en Viena y aún me quedaban pendiente unos cuantos lugares por visitar. El primero de ellos iba a ser el Palacio Belvedere, Este se encontraba un poco retirado del centro pero se podía ir andando perfectamente. Había que aprovechar que hacía un día soleado perfecto para pasear.


Añadir que la ciudad es perfecta para recorrerla en bicicleta y se hace notar por la cantidad de carriles bici.

Después de un buen rato caminando me topé con la entrada del palacio.  Palacio Belvedere fue construido como residencia de verano del Príncipe Eugenio de Saboya. Está formado por dos palacios unidos mediante un enorme jardín al estilo francés. Lo que merece verdaderamente la pena es ver el palacio por fuera y pasear por sus jardines porque según me han dicho el interior decepciona bastante.



Lo que quizás más atrae del palacio es ese color turquesa del tejado (seguro que las mujeres me matan por no saber diferenciar bien el color hahaha). El lugar estaba bastante tranquilo. No se si sería porque era todavía temprano o porque no es un lugar muy frecuentado por los turistas.
La verdad es que los jardines son una maravilla. Me recordaban mucho a los de Versailles pero en menor escala.



También me llamó la atención la cantidad de argentino que me encontré durante toda mi estancia en Viena. ¡Así como dato!


Bordeando los jardines conseguí salir a una de las calles principales que daban hacia la Ringstrasse. Y dio la casualidad de que mi próxima visita no se encontraba muy lejos de allí.
En la parte este de Viena se encuentra el Parque de la Ciudad o también conocido como Stadtpark. Llamado así por ser el preferido tanto por los vieneses como por los turistas que visitan la ciudad. Abierto al público desde 1862, se trata de uno de los parques más antiguos de Viena. Y debo decir que me encantó. Tanto por la tranquilidad que se respiraba como por sus limpias y amplias zonas verdes.



No podía dejar pasar la ocasión de darme el capricho de tumbarme un buen rato en este césped tan tentador ;) De verdad que hacía un día espectacular,.. en ese momento estaba en modo relajación total.
Además de que justo en frente mía estaba el pintoresco reloj solar y la estatua dorada dedicada a Johann Strauss, uno de los violinistas más grandes de todos los tiempos.



Sin ninguna duda un lugar perfecto para perderse en la inmensidad de su verdor. 
Para volver al centro tuve que apurar un poco el paso porque a las 14:30 h empezaba el tour guiado por la Ópera. El tour se hacía en español y para los estudiantes costaba 2,50 euros nada más.
Creo que es imperdonable ir a Viena y no ver la Ópera por dentro.
El edificio por dentro es más pequeño de lo que parece pero aun así merece la pena. La visita guiada resultó ser bastante interesante, e incluso tuvimos la oportunidad de bajar al escenario mientras estaban preparando la actuación de esa misma noche. ¡El escenario es una bestialidad! Además también pudimos ver como bajaba el foso con todos los decorados.
Al contrario de lo que se piensa, ir a ver la Ópera es apto para todos los bolsillos. Se pueden encontrar entradas desde 3 euros, aunque sea de pie.


Muy cerca de la Ópera estaba el famoso Hotel Sacher, conocido por ser el supuesto creador de la tarta que lleva el mismo nombre. Digo supuesto, porque hubo una gran polémica entre el Hotel Sacher y la Cafetería Demel, ya que ambos se atribuían la creación de la tarta Sacher. Finalmente en 1965 los tribunales dieron por ganador al hotel Sacher.
El pastel consta de dos capas de bizcocho de chocolate entre las que se intercala una de mermelada de albaricoque, cubierta con un glaseado de chocolate. Acompañado en ocasiones de nata montada.


Subiendo por la Ringstrasse pude ver algunos de los maravillosos edificios y monumentos que se extienden a lo largo de toda la avenida.


Pero antes de continuar subiendo, me desvié en una de las calles para ir a un restaurante local de la zona. Me habían recomendado aquel restaurante como uno de los mejores dela ciudad en cuanto a relación calidad-precio. Muy conocido entre los jóvenes por su Schnitzel.
Aunque me costó un poco llegar porque había que callejear bastante para encontrarlo...


Os dejo el nombre por si a alguien le interesa: Schnitzelwirt. El sitio tenía pinta de llenarse todos los días pero como llegué casi a las cuatro de la tarde no tuve ningún problema. Aunque si tuve que compartir mesa con una pareja de japones. Sí, sorprendentemente una de las peculiaridades de este lugar es que se comparte mesa! Cunado vi la carta no me costó mucho saber lo que quería: un schnitzel.
Se trata del plato más típico vienes y consiste en un filete de carne de cerdo empanado y frito. Se suele servir con limón y acompañado con una ensalada de patatas. Al momento de pedirlo me lo trajeron. La cara que puse cuando lo vi fue épica hahaha No me esperaba que fuese tan grande. !Eran dos señores filetes!


Sin embargo, estaba tan jugosa la carne y hacía tanto tiempo que no comía un plato así caliente que me sentó de maravilla. Si tenéis la oportunidad de ir a Viena no dejeis la ocasión de pasar a comer por aquí. El restaurante esta muy chulo, muy al estilo alemán. Y no seáis cutres y acompañad el schnitzel con patatas... ;)
Viendo la hora pensé que se me volvía a echar el tiempo encima como siempre. Así que cuando conseguí salir de nuevo a la Ringstrasse intenté no distraerme mucho.
La noche anterior ya había pasado por aquí pero no me fijé en el enorme edificio de estilo neoclásico que albergaba el Parlamento de Austria. Diseñado de una manera que recordase a la Antigua Grecia, cuna de la democracia.


Junto a este estaba el Ayuntamiento de Viena, un imponente edificio de estilo neogótico, diseñado en el siglo XIX por el mismo arquitecto de la Catedral de Colonia. Un lugar de referencia en invierno cuando se monta en mercadillo navideños y la pista de hielo para patinar.


Además dio la casualidad de que estaban organizando una especie de feria o de mercado donde vendían artesanías y servían miles de tipos diferentes de salchichas y cervezas. Porque llegué recién comido que si no.....
Saliendo ya de la gran avenida y muy cerca de allí se encontraba el último de los tres palacios que me faltaba por ver: el Palacio Hofburg. El que fue durante más de 600 años el lugar de residencia de los Habsburgo. Se trata de un enorme conjunto arquitectónico que abarca una amplia zona, desde los antiguos aposentos imperiales, pasando por varios museos, una capilla y una iglesia, la Biblioteca Nacional Austriaca, la Escuela de Invierno de Equitación, hasta el despacho del Presidente de Austria.
Columna de la peste


Y al fin llegó uno de los momento del día más esperados. ¡Ir a la cafetería Demel a comer la famosa tarta Sacher!. La cafetería por dentro es una chulada, parece como sumergirte de pronto dos siglos atrás. La decoración, la luz, las camareras, la forma de servir el café...Todo contribuía a darle al lugar un toque de autenticidad único.


En la carta no venían los precio muy bien indicados y sabía que barato no era pero un día es un día. Me pedí un café cortado con un pedazo de tarta Sacher. La verdad es que yo parecía estar fuera de lugar porque la gente que había allí se veían de alto nivel e iban muy elegantes.


El café te lo servían con la leche aparte y resultó que había más leche que café. El pedazo de tarta me supo a gloria, sobre todo la gruesa capa de chocolate que lleva por encima. Repetiría sin pensármelo dos veces. Aunque el golpe no fue tan duro como me pensaba al ir a pagar la cuenta, si que me cobraron sus 8 euros.

Después de esta merienda de dioses ya casi daba por finalizada mi visita a la ciudad. Bajé hacia el hostal, recogí mi mochila y me fui hacia el metro. Tenía que estar en la estación de autobuses a las 19:25 h y pensé que otra vez iba a llegar con el tiempo pegado el culo, así que tomé la decisión de colarme en el metro y avanzar unas cuantas paradas.
Solamente me faltaba un lugar pendiente para visitar de mi lista y allá que fui. Se encontraba muy cerca dela ribera del Danubio al noreste de la ciudad. Se trata de un lugar con un nombre un poco complicado: Hundertwasserhaus. 


Un complejo residencial con un aspecto muy original construido entre 1983 y 1986. El cual parece un colorido puzzle, en la que los suelos no son rectos, sino ondulados, y donde en el interior de las habitaciones crecen árboles cuyas ramas asoman por las ventanas. En el exterior, todo son colores y formas fantasiosas.
Después de echar un vistazo al edificio continué por la ribera del río camino de la estación. Si no fuese por mi pequeño mapa no se que habría hecho.


Tuve la oportunidad de ver de lejos el Prater, zona de recreo que alberga el parque de atracciones más antiguo del mundo.
Después de caminar un buen rato logré llegar a la estación de autobuses, la cual se encontraba justo al lado de un estadio donde dio la casualidad de que estaban tocando ni más ni menos que ¡AC/DC!.
La espera al autobús escuchando de fondo a los australianos no se me olvidará nunca.
La compañía de autobuses que me llevó hasta Bratislava por solamente un euro fue de las mejores que he visto en mucho tiempo. Con pantallas en los asientos, una consumición incluida y un personal super atento. El trayecto solamente tardó un hora y es porque las dos ciudades están solamente separados por 80 kilómetros. Decía adiós a Austria y daba la bienvenida a Eslovaquia. Tercer país en menos de una semana.

BRATISLAVA (ESLOVAQUIA)

Cuando el autobús llegó aún no era de noche del todo así que me fue fácil situarme. La capital de Eslovaquia me recibió con muchas de sus calles en obras por lo que tuve que bordear las murallas del castillo para llegar al hostal.


Desde allí arriba se podía ver el puente con la Torre Ufo en todo su esplendor. La ventaja de haber reservado el hostal al lado del castillo es que no tenía perdida alguna. Una vez lo encontré fue dejar la mochila y salir a toda prisa hacia el mirador de la Torre Ufo. Para cruzar por el puente solo se puede hacer mediante unas pasarelas que hay colocadas abajo en el lateral.
La Torre Ufo se encuentra sobre el río Danubio, en el puente nuevo de la ciudad. Tiene unos 85 metros de altura y constituye todo un símbolo de la modernidad de la ciudad. En lo alto se ubica un mirador y un restaurante no muy barato.
Por unos 4 euros puedes acceder al mirador desde donde se obtiene la mejor vista del castillo y de toda la ciudad.


Sin duda este fue el día más largo de todo el viaje, las heridas que tenía en los pies por haber caminado más de 35 km eran testigo de ello.
De vuelta al hostal me duché y dejé todo preparado para el día siguiente. Aunque hacía demasiado calor en la habitación aquella noche dormí como nunca.

Cuando a las 06:40 h me despertó la alarma casi estuve a punto de apagarla, pero si quería ver la ciudad tenía que hacer un esfuerzo. La semana se había pasado muy rápido y ya era viernes, día de volver. Mi avión salía a las 09:55 h, por lo que tenía una hora para ver Bratislava.
Como ya os comenté en la entrada de Budapest, en estos países amanece muy temprano, por lo tanto, lo primero que hice fue dar una vuelta por los alrededores del castillo.


El Castillo de Bratislava, emplazado en lo alto de una colina a orillas del Danubio, es sin duda el monumento más representativo de la capital. Una parte de este se encuentra rodeado por una muralla, la cual te lleva a lo alto de la colina, lugar desde donde se pueden contemplar unas vistas panorámicas de la capital, la ribera del río, parte del territorio austriaco e incluso algo más a lo lejos en días claros se llega a ver Hungría.

Como todavía era demasiado temprano, parte de las entradas estaban cerradas y me costó un poco dar con una salida para llegar a la calle y salir al centro. Finalmente tuve que dar un rodeo al castillo para lograr salir.


Visitar el casco histórico de Bratislava fue más sencillo porque llevaba conmigo un mapa con un ruta marcada, que la chica del hostal me había dado la noche anterior. El centro de la ciudad, obviamente, estaba un poco falto de gente. Entrando al centro histórico lo primero que nos encontramos es la Catedral de San Martín, una de las iglesias más antiguas y grandes de Bratislava.


El encanto que puede llegar a tener esta pequeña ciudad lo aportan sus estrechas y pintorescas calles, con esa arquitectura tan característica de Europa de este.


Una ciudad con una historia complicada. Las primeras referencias datas del año 907 cuando formaba parte del Imperio Moravo. Durante los siglos posteriores su historia estuvo muy ligada a las ciudades de Viena y Budapest. En el siglo XVI estuvo inmersa en las guerras contra el Imperio Otomano. Incluso por un breve tiempo llegó a convertirse en la capital de Hungría, para más tarde pasar a formar parte de los territorios de la monarquía de los Habsburgo con capital del Reino en Viena. En el siglo XX pasó a integrarse en la Federación de Checoslovaquia y a estar bajo el control soviético.
Finalmente la república de Eslovaquia nacería el 1 de Enero de 1993 cuando se produce la división de Checoslovaquia y Bratislava pasa a ser la capital de Eslovaquia.


Adentrándome más por las calles conseguí llegar a una plaza que parecía conducir hacia la zona del Ayuntamiento, desde donde asomaba una de las construcciones más emblemáticas de la zona vieja de Bratislava, la conocida Puerta de San Miguel.


La Puerta de San Miguel es una de las cuatro puertas que se conservan para acceder a la antigua ciudad amurallada. Es una puerta-torre originaria del siglo XIV maravillosa.
Mientras iba paseando me fui fijando en los precios de los restaurantes y bares y no parecía tan barato como yo me pensaba. Debería tener un nivel de precios muy parecido al de España. (Quizás por ser el centro estaban un poco más inflados).

Continuando por una de las calles principales di a parar a la Plaza de Hlavne Namestie. La que viene a ser la Plaza Mayor del centro histórico de Bratislava y uno de los lugares más concurridos. Con todas sus terrazas y cafeterías parecía ser el sitio de la zona vieja en donde se concentra toda la actividad y el ambiente de la zona. Pero a las horas que yo pasé poco ambiente había.


Muy cerca de allí se encontraba el Ayuntamiento y otra de las tantas plazas que había repartidas por toda la ciudad. Aunque me quedaron algunos sitios por ver como la Iglesia Azul o el Palacio de Grassalkovich, estos estaban más retirados del centro y no tenía tiempo. Así que callejeando de nuevo logré dar con la calle principal que me llevaba al castillo,


 Repartidas por la ciudad había un par de estatuas como las de la foto.


Pero antes de volver al hostal me desvié hacia el puente para tomar una foto del castillo ahora que había luz y se veía en su totalidad.
Al hostal llegué justo para la hora del desayuno a las ocho en punto. Aunque no tenía mucho para desayunar si que pude tomar una café y una tostada de paté con pepino y tomate que me sentó de lujo. Después de que la chica de la recepción me explicase como llegar al aeropuerto ya estaba listo para marcharme.
El aeropuerto de Bratislava estaba bastante cerca del centro y solo era necesario tomar dos autobuses, uno para llegar a la estación de autobuses desde donde salia el segundo autobús que te llevaba hacia el aeropuerto. El billete para subir a estos se compran en unas maquinas que hay cerca de las paradas y solo cuesta 0,75 céntimos el sencillo. Además este nos vale para hacer todos los transbordos que queramos durante 30 minutos.


Aquel día tenía la suerte de mi parte porque incluso pude permitirme el lujo de perder el segundo autobús y llegar con tiempo de sobra al aeropuerto. Los autobuses pasan con una frecuencia de 15 minutos y tardan 20 minutos en llegar al aeropuerto. Con todo estaba allí a las 09:25 h.
Ya era hora de volar de vuelta a Madrid y dejar atrás un viaje diferente, conociendo más de este maravilloso continente en el que vivo pero aún desconocido para mí.

Viendo que estos días muchos me habéis hecho la misma pregunta responderé por aquí a ella "¿Que ciudad me ha gustado más?".

Tengo que decir que las tres ciudades son totalmente diferentes. Bratislava la más pequeña de ellas, destaca por el castillo y por el mirador desde donde se consiguen unas vistas espectaculares. Pero más allá de esto hay poco que visitar, por ello yo recomendaría visitarla en una excursión de un día, teniendo como base Viena o Budapest.

Ahora bien, si tengo que elegir entre Viena o Budapest quizás me quedo con Budapest por ser diferente al resto de lo que podemos ver en Europa, por los precios y sin lugar a dudas por la zona del Danubio, con el Parlamento, el Castillo de Buda y mi lugar favorito de todo viaje: El Bastión de los Pescadores. En cambio Viena es una ciudad más a lo europeo, muy bien cuidada, con una gran calidad de vida y donde puedes pasear tranquilamente por sus jardines y maravillosos palacios.

Os recomiendo encarecidamente hacer este viaje que os prometo que no decepciona y si podéis unirlo con Praga mucho mejor. Lo que viene a ser conocido como el Itinerario de las "Capitales Imperiales".

Desde aquí me despido hasta dentro de unos meses.... El siguiente viaje promete y mucho. 
¡Os puedo adelantar que muy posiblemente sea un road trip por el norte de Europa!

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