El vuelo nos salió ne torno a unos 70 euros ida y vuelta, saliendo de madrugada el domingo 15 de Mayo y volviendo desde Bratislava el viernes 20 por la mañana. Ellos se quedarían en Budapest toda la estancia, yo en cambio me separaba el martes por la noche hacia Viena. (Los que me conocéis bien sabéis que me gusta moverme y soy incapaz de quedarme mucho tiempo en un mismo lugar).
Como os podéis imaginar, el domingo estábamos en el aeropuerto de Madrid a las 04:45 h sin ser personas aun del sueño que teníamos, pero madrugar para viajar se lleva de una manera diferente.
Budapest se encuentra a cerca de 2.500 km de Madrid separadas por 3 h de vuelo. Una vez en suelo húngaro ya empezamos a tener enfrentamientos con el idioma porque no se entendía un carajo nada y parece que el inglés no lo llevan muy bien. Pensamos que era buena idea comprar el abono de 72 h con el cual podías moverte libremente por la ciudad en todos los tipos de transporte público. Y solamente por el precio de 13 euros o 4.090 HUF (Florínes húngaros), a pesar de estar en Europa todavía no han entrado en el euro... Resulta un poco tedioso tener que estar pensando todo el tiempo en los cambios, sobre todo porque se trata de una moneda muy inflada (310 florínes equivalen a 1 euro), con deciros que había billetes de 500 florínes....
Al montarnos en el metro y ver llegar a un tren antiguo y destartalado nos dimos cuenta de que la influencia comunista aún se hacía notar en la ciudad. Recordad que Hungría fue un Estado socialista desde 1949 a 1989. Con lo que después de pasar por una infinidad de estaciones innombrables, llegamos a la nuestra. El hostal estaba al lado de la estación de trenes, relativamente cerca del centro y situado en un edificio de una calle con una pinta soviética acojonante. Al final de la calle se asomaba la parte trasera de la fachada de un hospital que por el aspecto que tenía parecía abandonado y sacado de un episodio de "The walking dead".
El hostal resultó ser de tamaño familiar ya que contaba solamente con una habitación privada de matrimonio y una con seis camas en la que dormíamos nosotros. El hombre del hostal era el típico estereotipo de hombre de Europa del este, pero nos atendió estupendamente en inglés.
Después de hacer el check in teniendo que ir a cambiar moneda en la esquina de la calle, nos hicimos con un mapa para preparar la jornada. Sin embargo estos cabrones se pusieron a dormir hasta las 14 h de la tarde. Yo estaba que me subía por las paredes dando vueltas por el hostal, no había ido a Budapest para dormir y me moría de ganas por salir a conocer la ciudad. Total, que finalmente salimos a las 14.30 h hacia el centro.
Solamente con dos paradas de metro ya estábamos en el centro. Una curiosidad del metro es que está lleno de revisores y las escaleras son interminables y empinadas a más no poder.
Como ya he mencionado anteriormente, una de las dificultades de moverse por Budapest es que los nombres de las calles son impronunciables y difíciles de recordar. Algunos ejemplos son "Szentkirályi" o "Népszínház".
Paramos a comer en un sitio de comida rápida, suficiente para darnos cuenta de que los precios estaban tirados y no era necesario recortar tanto en gastos.
Llegamos a la parte del Danubio desde donde se puede la parte de Buda y su castillo. Para los que os suene extraño hacer el apunte de que la ciudad se divide en dos partes separadas por el Danubio: Buda y Pest. La parte de Pest se corresponde con la más poblada y extensa y en cambio, Buda ocupa solamente el tercio restante. Mientras que Pest goza de un terreno llano en su totalidad, Buda está edificada sobre varias colinas encabezada por el castillo, el cual actualmente es un museo. Además tiene la ciudadela de Gellért, una antigua fortaleza de los Habsburgo.
Como venía diciendo la parte del río es la que acumula la gran parte de los atractivos turísticos de la ciudad, y no es para menos, ya que se trata del río más importante de Europa que cruza nada más y nada menos que diez países, pasando por cuatro capitales (Viena, Budapest, Bratislava y Belgrado).
A lo largo del río nos encontramos con dos puentes principales: el puente Elisabeth el cual podéis ver en la primera foto, y el puente de las cadenas. Este último compone uno de los símbolos de la ciudad, el cual aparece en todas las guías turísticas y postales.
Este consiste en una cinta fina de masa con levadura, Esta masa está enrollada alrededor de un cilindro de madera, bien espolvoreada con azúcar. Dando lugar a un dulce con forma de espiral, con el azúcar caramelizado sobre la superficie, formando una corteza dulce y crujiente, mientras la masa de dentro queda muy suave y blanda. Los hay de diferentes tipos: canela, almendras, coco, chocolate, etc. Si alguna vez vais a Budapest no desaprovechéis la oportunidad de pasar por allí y probarlo.
Siguiendo nuestro paseo por la ribera del río llegamos al puente de las cadenas. Se trata del puente más antiguo de la ciudad, construido en el año 1849 para solventar la dificultad de cruzar entre estaciones y reconstruido cien años más tardes, después de que los alemanes los destruyesen todo durante la segunda guerra mundial.
Se puede cruzar a pie por ambos lados y conecta el centro de Pest con el funicular de Buda que te sube hasta el castillo. Lo que hicimos fue seguir el río hacia el Parlamento, desde donde conseguimos una bonita vista de este.
Junto a el puente de las cadenas constituye otros de los símbolos de la ciudad, y no es para menos ya que se trata del tercer parlamento más grande del mundo después del de Rumanía y el de Argentina. Fue construido entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, demostrando así el poder económico de Hungría en ese tiempo. En mi opinión es una joya arquitectónica.
Siguiendo nuestro camino llegamos al tercer puente, bastante más simple que los demás pero importante porque unía ambas partes con la Isla Margarita. Esta isla de unos 2,5 km alberga la zona verde más importante de Budapest. Una buena opción si quieres pasear un rato por sus parques y además también hay un pequeño zoo y otras zonas de ocio.
Después de estar un ratillo sentados en el parque y llegar a la conclusión de que las mujeres húngaras no pueden competir con las españolas nos dispusimos a volver al hostal. Una vez allí echamos toda la tarde escuchando la última jornada de fútbol para ver quienes bajaban a segunda división, finalmente los castigados fueron el rayo y el getafe. Ya a la hora de la cena nos acercamos a un kebab con muy buena pinta que había cerca del hostal. ¡Solamente por 1,70 euros cenamos!
A la mañana siguiente como de costumbre me tocó hacer tiempo mientras estos se despertaban así que me fui a tomar un poco de café. El hombre del hostal bien majo el, bajó a comprar leche cuando dijimos que se había acabado :)
Para ese día teníamos pensado hacer el Free walking tour que ofrecían a las 14:00 h. El tiempo se nos echó un poco encima así que comimos un par de trozos de pizza en el metro de camino al centro. Es gracioso porque en el metro puedes encontrar muchos puestos de comida como hicimos nosotros. Dos trozos de pizza grandes a 1,20 euros y bastante buenos la verdad.
El tour nos iba mostrando los puntos más interesantes de la ciudad con interesantes explicaciones en inglés. Menos mal que teníamos a nuestro amigo Juan Carlos para que nos tradujese un poco.
La primera parada fue la línea 1 del metro, la más antigua de todas, en donde los trenes al comienzo eran tirados por caballos.
A continuación seguimos el camino que habíamos hecho nosotros el día anterior, cruzando el puente de las cadenas o puente de Széchenyi como se dice en húngaro. Sin embargo esta vez lo hicimos desde el otro lado del puente, las vistas eran impresionantes.
Para subir al castillo de Buda obviamente lo hicimos andando, en mi opinión pagar por subir unos cuantos metros en funicular es un poco absurdez si eres joven y gozas de plena salud hahaha
Una vez arriba se podía obtener una panorámica de Pest inmejorable. La subida valió la pena.
La zona del castillo estaba repleta de turistas y se hacía un poco dificil caminar en ocasiones pero nosotros nos desviamos hacia la parte de norte de la muralla desde donde se podía ver todas las colinas de Pest con viviendas un poco mal cuidadas.
Bordeando toda la parte trasera llegamos al que es para mi el rincón más bonito de la ciudad: el bastión de los pescadores. Justo en la plaza de entrada al bastión nos encontramos con la hermosa Iglesia de Matías de estilo neogótico, con unos colores que no dejan indiferente a nadie.
El Bastión de los Pescadores en un mirador desde donde podemos ver Pest en todo su esplendor. Fue construido en 1902 y sus siete torres conmemoran a las siete tribus fundadoras Hungría.
Es un lugar imprescindible en cualquier visita a Budapest. La verdad es que me harté a sacar fotos así que mejor voy a filtrar un poco.
En la primera foto podemos ver a San Esteban el primer rey de Hungría y convertido en santo al haber convertido al catolicismo al reino de Hungría.
Me tiraría horas y horas sentado en aquel lugar y me habría encantado esperar unas horas para ver el atardecer e incluso verlo de noche pero no pudo ser. Como siempre había prisas....
Volvimos al hostal para pegarnos una buena ducha y descansar antes de salir por la noche. A todo esto, mientras nos estábamos preparándonos, unos amigos del dueño del hostal nos recomendaron ir a cenar a un sitio típico de comida húngara en el que por 10 euros podías comer todo lo que quisieses.
Finalmente resultó que la cocina la cerraban y no pudimos cenar allí, así que tocó ir al jodido Macdonalds. ¡Que asco le tengo!
Para beber estos habían comprado una especie de licor que era muy popular entre los húngaros llamado Palinka. Lo había de varios sabores de frutas y era bastante barato pero no me extraña porque tenía un sabor a colonia que no podía con ello.
Fuimos a uno de los bares de ruinas más famosos de la ciudad, el Szimpla Kert. Estos bares son conocidos por su peculiar estilo como bien dice el nombre parece que están en ruinas.
El sitio desde luego que curioso es un rato. Es como un vertedero convertido en bar, bañeras utilizadas como sillas, bicicletas colgadas en el techo, y demás clase de objetos. Ojala hubiese un sitio así en Madrid, la cerveza barata, la música no demasiada alta para poder hablar, etc...A eso de las tres volvimos a casa.
A la mañana siguiente salimos al medio día hacia el restaurante que nos recomendaron y esta vez sí que hubo suerte. Por fin pudimos probar el típico Goulash que no es más que un estofado de carne.
Nos pusimos hasta arriba de comer, aunque es verdad que pagar diez euros en Budapest es bastante caro para una comida. Hacer como apunte que la gastronomía húngara me agrada bastante por ese punto picante que le ponen a casi todo. Al fin y al cabo por algo es conocido su paprika.
Con la barriga llena nos dirigimos hacia la famosa calle comercial Váci Utca, situada de forma paralela al Danubio. Al final de esta calle y al lado del puente Elisabeth nos encontramos con el Gran Mercado Central, un mercado repleto de historia. En el mercado venden tanto souvenirs como comida. A destacar los productos típicos como el paté y la paprika.
Al salir del mercado tomamos el tranvía que va paralelo al río para acercarnos hasta el Parlamento.
Antes de entrar a este, nos acercamos al monumento de los zapatos que se sitúa a los pies del Parlamento. Para que entendáis un poco la razón de este monumento os dejo este extracto.
"Antes de la Segunda Guerra Mundial los 825.000 judíos húngaros, junto con la comunidad rumana, eran la segunda más grande de Europa después de la polaca. Entre diciembre de 1944 y fines de enero de 1945, los alemanes cogieron a 20.000 judíos del gueto y los fusiló a lo largo de las orillas del Danubio, arrojando los cuerpos al río." El monumento de los zapatos de Budapest conmemora este genocidio.
Al llegar al Parlamento nos costó bastante encontrar la entrada porque resulta que es una entrada subterránea. Además tuvimos la mala suerte de que acababa de salir una visita guiada y la próxima no salía hasta una hora y media después Así que nos tuvimos que conformar con ver el edificio por fuera.
Justo desde aquí del Parlamento comenzaba la señorial avenida Andrássy, recorrida por lindos edificios forma parte de los lugares de Budapest reconocidos como Patrimonio de la Humanidad.
Queríamos recorrerla a pie hasta llegar a la Plaza de los Héroes pero la distancia era mayor de la que pensábamos. Pensamos que sería mejor adelantar tiempo montando en el bus.
Nos bajamos en la imponente Plaza de los Héroes, puerta de entrada al parque en donde se encuentra el Balneario Széchenyi. Budapest adquirió el título de Ciudad de los Balnearios. Los dos balnearios más importantes de Budapest, que además son mixtos, son el Balneario Gellert (famoso por aparecer en anuncios de televisión como en Danone) y el Balneario Széchenyi. Nosotros elegimos este último.
A pocos metros de la entrada del parque nos encontramos con el característicos edificio amarillo, señal de que habíamos llegado. Se trata de uno de los recintos termales más grandes de Europa. El edificio actual fue inaugurado en 1913 y tiene un estilo neogótico.
Como llegamos a eso de las seis de la tarde no tuvimos que hacer apenas cola para entrar. La entrada más barata cuesta unos 13 euros y te da derecho a usar los vestuarios públicos, si quieres uno privado tienes que pagar un poco más.
El balneario de por si merece la pena visitarlo solo por ver el edificio, pero es que luego es más grande de lo que parece... Tiene 15 piscinas, 3 grandes al aire libre y 12 pequeñas en los recintos del interior. Además en el interior nos encontramos con varias saunas y salas de masajes.
No te exagero si te digo que nos tiramos casi tres horas metidos en el agua hahahaha. La piscina central era un lujo.El agua a 38 grados te dejaba de un relajado...
Poco a poco iba anocheciendo y antes de que lo hiciese nos metimos a disfrutar de las piscinas interiores ¡Más calientes aún! aunque había una de las frías a la suponía todo un reto entrar. Después de estar un rato en la sauna y en los baños turcos decidimos irnos, pero más que nada porque no quedaba mucho para que cerrasen.
En mi opinión las termas fue una de las visitas que más me gustó de Budapest y recomiendo encarecidamente su visita.
Bajamos al hostal, pero antes haciendo una parada en el supermercado para gastar todos los florínes que me quedaban porque me iba esa misma noche a Viena donde el euro vuelve a ser la moneda oficial. Aprovechamos para cenar un kebab en el mismo lugar del domingo que justo se encontraba al lado.De vuelta en el hostal preparé toda mi mochila, y después de despedirme de Roberto y de Juan Carlos marché hacia la estación de autobuses con una hora de antelación. Sin saberlo aún, comenzaba una de mis odiseas viajeras, ya tan comunes en mis viajes.
Como decía, llevaba tiempo de sobra (o al menos eso pensaba yo) para llegar a la estación, por lo que decidí bajarme en el trasbordo de metro para acercarme a la orilla del río y tener la oportunidad de ver la ciudad iluminada. Tengo que admitir que la ciudad de noche gana muchísimo y es alucinante las vistas que se tienen del Castillo de Buda y del Puente de las Cadenas. Pero probablemente me podía haber ahorrado el mal de esa noche si mi curiosidad viajera no hubiese hecho acto de presencia aquel día.
Resumidamente lo que pasó fue que al volver hacia el metro tuve que rodear la carretera y me desorienté totalmente. Entre que no había gente por la calle, y yo que no tenía ni idea de donde estaba no conseguía llegar al metro. Total, que empecé a correr para adelantar tiempo, pregunté a una persona pero me contesta en húngaro.... Finalmente llegué a una avenida grande donde unos extranjeros pudieron ayudarme. Resultaba que para llegar al metro tenía que tomar un tranvía porque estaba a más de dos kilómetros. Al final estaba entrando al metro 15 minutos antes de la hora de salida del autobús. Y habría llegado bien si no hubiese sido porque se me escapó el tren delante de mi cara y el próximo no salía hasta 10 minutos después.
Para rematar, cuando llegué a la estación resultaba que la estación se estaba construyendo y las paradas en función de la compañía estaban señalizadas en unos postes de luz. Un hombre que había alli me dijo que el bus se había ido ya. En ese momento se me pasan mil cosas por la cabeza (quedarme allí haciendo tiempo hasta el siguiente, irme a la estación de tren y preguntar por uno que fuese a Viena, ir al hostal y comprar un billete de bus para el día siguiente o dormir en la calle y pensar que hacer al día siguiente con las ideas más claras). La idea que triunfó fue la de ir a la estación de tren.
Tuve que esperar como unos 10 minutos a que llegase el tranvía pero se pasó rápido porque por ahí vinieron unos borrachos que para rematar la noche se pusieron a tocarme un poco los huevos. Al menos iban de buena onda y no tuve ningún problema. Me bajé en una de las pocas paradas que me sonaban. Por suerte había una tienda abierta en medio de aquellas calles desoladoras. Pero como no podía ser de otra forma la mujer no sabía hablar inglés. Lo único que pude comprender fue que había una distancia de veinte minutos para llegar a la estación de tren.
Parecía que no se iba a acabar nunca el camino, después de caminar y más caminar llegué a la estación de tren donde no había ni un alma y tenía pinta de que no salía un tren hasta el día siguiente. Y efectivamente el siguiente tren no salía hasta las seis de la mañana. Y sino fuese porque costaba 36 euros probablemente me hubiese esperado y montado en aquel tren pero preferí acercarme al hostal y comprar un billete de bus para el día siguiente y así descansar porque estaba reventado.
A mi llegada al hostal mis amigos se quedaron boquiabiertos.
Aunque el billete me costó 17 euros se puede decir que lo compensé con los 14 euros que me ahorré porque de las tres noches que dormí en el hostal solo me cobró una. El autobús lo compré esta vez con una compañía diferente para las 07:00 h.
La historia continua en la siguiente entrada
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