sábado, 26 de diciembre de 2015

Midnight in Paris

Desde el día en que nuestro colega Diego nos dijo que se iba el siguiente curso de Erasmus a París ya teníamos decidido ir a hacerle una visita express, pero lo que iba a ser una escapada se convirtió en el primer viaje de La manada al extranjero, aunque bien es cierto que no viajó toda al completo.... Me acompañarían Faber y Bailón.
Como ya he dicho, en principio iba a ser una escapada corta, y de hecho así habría sido si no fuese porque dos compañeros de la universidad me dieron la gran noticia de que se iban de Erasmus también a Francia, pero en su caso a la pequeña ciudad de Rennes. Por lo que se presentó la ocasión perfecta para "matar dos pájaros de un tiro" y aprovechar el viaje al completo.


Cuando fuimos a comprar los billetes de avión vimos que costaba lo mismo volver desde Bruselas a Madrid que desde París así que.... ¿Por qué no pasar unos días conociendo Bélgica?
Así es como quedó cerrado nuestra "escapada", la cual comenzaría el viernes 18 de septiembre.

En realidad se puede decir que empezó el jueves porque como el vuelo Madrid-París salía a las 6:45 de la mañana ("low cost") nos fuimos a dormir a casa de Faber. 
Desde allí fuimos con un sueño del carajo hacia la parada del bus, sin embargo tuvimos la gran suerte de que pasó justamente un taxista que nos llevaba a nosotros y a otro hombre por el mismo precio que nos cobraba el autobús. ¡El viaje pintaba bien!
Y además tengo que decir que era la primera vez que Bailón subía a un avión. Aquí os dejo el vídeo:


Después de un viaje tranquilo aterrizamos en el aeropuerto de Beauvais, el tercero de París. Este se encentra a 80 km de la ciudad y para llegar allí tienes que tomar un autobús por unos 15 euros. Otro de los inconvenientes de viajar en "low cost". Añadir por supuesto que más que un aeropuerto parecía un hangar o una fábrica vieja de Ikea.
A la llegada a París ya pudimos notar la diferencia de temperatura respecto a Madrid.. Allí nos estaba esperando Diego para acompañarnos a nuestro hostal.
El hostal que habíamos reservado se encontraba muy cerca del famoso Museo del Louvre y resultó ser un poco cutre pero aceptable para lo que habíamos pagado. Todo esto teniendo en cuenta que estábamos en una de las ciudades más caras de Europa y del mundo.
Después de desayunar comenzamos nuestro tour por la ciudad, la cual ya conocíamos porque habíamos estado en 2012 por el viaje de fin de curso del instituto, pero es distinto verla a tu aire que en un viaje organizado.




Mi idea era ver lo máximo posible porque el domingo me iba a Rennes. 
Dimos un paseo por la llamada "isla" de París, toda la zona del centro que aglutina monumentos tan importantes como la Catedral de Notre Dame. Pero nuestro día de visita duró hasta la hora de la comida, justo cuando empezó a caer un chapuzón que nos hizo refugiarnos en las famosas galerías Lafayette. 
Había quedado con Robert (el chico francés con el que viví en México) que vivía allí en París, pero la dificultad para encontrar conexión wifi hizo que me fuese imposible contactar con él en los dos días que estuve en París. Una pena la verdad porque tenía ganas de verle después de tanto tiempo.




Aunque más o menos amainó la tormenta decidimos que lo mejor era retirarnos y dar por finalizada la jornada yendo a la residencia donde Diego vivía. Tened en cuenta que nos habíamos despertado a las cuatro de la mañana...
La casa de Diego estaba alejada del centro y a medida que nos íbamos acercando a su parada en el metro aumentaba el público africano.
Mencionando el metro, destacar el poco tiempo que hay que esperar entre un tren y otro. Raro era tener que esperar más de tres minutos, cuando aquí en Madrid hay veces que tenemos que esperar entre cinco y diez....

Una vez en su barrio pasamos por el Lidl a comprar algo para cenar y de bebida para la noche. Habíamos pensado en salir por la zona de Saint-Michel (o barrio latino) pero antes estuvimos bebiendo delante de Notre Dame ;) Unas cuantas ratas se pasearon por nuestro alrededor....


Pasamos una buena noche en uno de los bares de por allí, los cuales cierran bastante más temprano que en España-

El sábado les hice madrugar un poco más de lo pensado para ir a ver las gárgolas de Notre Dame. Había leído en Internet que lo mejor era ir no muy tarde para que la fila no fuese interminable, pero de todas formas nos comimos nuestra hora de espera. Hay que añadir que en Francia no cobran entrada a los estudiantes para entrar a los lugares turísticos.


Las vistas desde allí arriba eran alucinantes. Además coincidió con que fue uno de los pocos días del viaje que no estaba nublado y se podía ver la imponente Torre Eiffel a lo lejos. Era como estar en la película de Disney del "Jorobado de Notre Dame".






El plan que teníamos pensado después de encontrar a Diego era ir a comer al "barrio latino" antes de que nos cerrasen. (Recordamos que en el resto de Europa los horarios de comida son diferentes). La última vez que estuve en París me quedé con las ganas de comer un menú típico francés, ni hay que decir que en está ocasión no desaproveché la oportunidad.
Por solamente 10 euros me comí un menú completo con: sopa de cebolla, solomillo con queso y tarta de manzana. Estaba todo bastante bueno, la mejor comida de todo el viaje sin duda.
A continuación decidimos seguir la ribera del río Sena hasta llegar al Museo de Orsay. En mi opinión, toda la zona del río es donde reside el encanto de la ciudad de París.



Por aquí podemos ver a un gran número de parejas paseando en cuanto salen un poco el sol. Y qué decir del olor que te llega de los pequeños puestos callejeros de las famosas crêpes.


Entre puente y puente llegamos al Museo de Orsay, ubicado en un lugar que a priori te puede llamar la atención debido a que originalmente el edificio iba a albergar la estación ferroviaria de Orsay. En este museo encontramos la mayor colección de pintura impresionista del mundo, con obras de Manet, Monet, Renoir, etc.
La visita la tuvimos que hacer más rápido de lo que me habría gustado porque cerraban como a las cinco de la tarde.


Nuestra idea era seguir recorriendo el río hasta llegar a la Torre Eiffel y desde ahí tomar el metro hasta el barrio de Montmartre. Por el camino pasamos por uno de mis lugares favoritos de la ciudad: el Palacio de los Inválidos con el puente de Alexandre III de fondo. Este palacio coronado por una reconocible cúpula dorada alberga el enorme sarcófago de Napoleón Bonaparte.


Y después de caminar más tiempo del que pensamos llegamos ante el símbolo de París, la majestuosa Torre Eiffel. Un verdadero gigante de hierro de unos 300 metros de altura. Como ya subimos la anterior vez que estuvimos en la ciudad pensamos que era mejor quedarse sentados a sus pies y descansar un rato.


Para terminar el día subimos hasta Trocadero mientras iba atardeciendo y ya desde ahí tomar el metro hasta casa de Diego. Se nos había hecho un poco tarde para ir a Montmartre y estábamos demasiado cansados. Por un momento pensé en irme yo solo pero luego pensé que era mejor verlo más tranquilamente cuando volviese otro año a la ciudad. De hecho mi hermana va a pasarse un año entero estudiando allí en el curso 2017-2018.
Después de estar un rato cenando en casa de Diego nos volvimos al hostal. Ya era de descansar porque me tenía que levantar a las 04:30 para estar en la estación de autobuses a las 06.00 en la otra punta de la ciudad. Cuando sonó el despertador me dieron ganas de estrellarlo contra la pared hahaha.
París de noche no es que sea muy agradable y la sensación de seguridad está muy limitada así que traté de meterme en el metro lo más rápido posible. Finalmente a las 07:00 estaba sentado en un autobús de camino a Rennes. Solamente me costó el trayecto de ida y vuelta 10 euros en total, ya podría tomar ejemplo Alsa.

Después de cinco horas de viaje, de las cuales me pasé cuatro durmiendo, llegué a mi destino. Rennes, capital de la región de Bretaña a tan solo 50 km del Canal de la Mancha. El paisaje aquí era totalmente diferente, más verde y con un ambiente de ciudad pequeña, alejado de los grandes ruidos de la capital.
Una vez en la estación me vinieron a recoger Juanky y Pitiedu para llevarme a su casa, dejar la mochila e irnos a comer.


Ya con el trayecto en la pequeña red de metro se podía ver lo pequeña que era la ciudad y el ambiente tranquilo que se respiraba. Por cierto ¡El metro circulaba sin conductor!
Me llevaron a comer al centro de la ciudad para luego hacer un pequeño tour. Me habían comentado que Rennes era una de las ciudades con peor clima de Francia pero no me llovió ningún día y además hacía un solazo que daban ganas de ponerse en manga corta.


Lo más destacable de la ciudad eran estas casas con un arquitectura curiosa, casi como sacadas de cuento.

El resto de la tarde la aprovechamos para ir a ver la final del europeo de baloncesto que jugaba España contra Lituania. Nos pasamos por un pub para tomar unas cervezas con otra gente de intercambio que conocían. Claramente España se hizo con la medalla de oro :)
Por la noche me prepararon un colchón hinchable en el que no se durmió nada mal la vedad.
Y ....¡por fin llegó el lunes! Ese día me iba de excursión al Mont Saint Michel, uno de los lugares que mas ganas tenía de conocer de Europa. Todo salió según lo planeado, tomé el autobús de las 11:30 de la mañana para poder aprovechar mejor el día porque ya empezaba a anochecer temprano. Os puedo decir que en el autobús yo era el único occidental, al igual que pasaría en el Mont Saint Michel, estaba rodeado de chinos.
El recorrido duraría como una hora y creo que me costó como unos 20 euros ida y vuelta, un poco sangría todo hay que decirlo. El bus me dejó como en una explanada y la primera impresión fue ¿dónde carajo estoy?, pero nada mas girar la esquina ya vi a lo lejos la maravillosa abadía. Bueno se me olvidaba aclarar que fui solo porque Edu y Juan tenían clase y no pudieron acompañarme.


Para quien no lo sepa el Mont Saint Michel se encentra en la región de la Normandía (sí, la del famoso desembarco). Tiene la particularidad de que se levanta sobre un islote, rodeado por una espléndida bahía en la que se producen las mayores mareas de Europa. De hecho el día que yo fui la marea estaba en su punto mínimo, pero me contaron que hay días en la que el agua lo cubre todo y es casi imposible pasar o al menos hay que tomar muchas precauciones. Para informarte mejor tienen un calendario en el centro receptor de visitantes. Además fue nombrado Patrimonio Mundial por la Unesco. Victor Hugo decía hablando de él: « El Mont-Saint-Michel es para Francia lo que la Gran Pirámide es para Egipto ».
Para llegar allí había dos opciones: tomar el bus lanzadera (5 minutos), el carro tirado por caballos (20 minutos) o ir caminando (50 minutos). Si me conocéis bien sabréis que opté por la opción de caminar, aunque el bus lanzadera era gratis, pero prefería disfrutar del camino.
El camino era más largo de lo que pensé pero fue una delicia. No había mucha gente que lo hacía caminando, pero sí que me encontré con un ciclista de Holanda que me empezó a contar la historia de su hija que estaba de Erasmus en Valencia ;)



Pensé que quizás por venir con las expectativas muy altas podría decepcionarme, pero fue todo lo contrario, uno de esos sitios en los que reina un ambiente mágico. No tengo palabras para describirlo, así que lo mejor es que vayáis a verlo con vuestros propios ojos.
Nada más entrar te encuentras con lo que fue un pequeño pueblo medieval, con estrechas calles, arquitectura adaptada al terreno y murallas infranqueables para cualquier ejército. Ahora está lleno de tiendas de souvenirs y de restaurantes con pinta de cobrarte el alma por comer allí,  De hecho actualmente me parece que no hay más de cincuenta personas viviendo allí y solamente hay un hotel.


Desde sus murallas hay unas vistas impresionantes de toda la bahía. La marea estaba tan baja que incluso había gente paseando por los alrededores. Vivir allí en la edad media debía de ser alucinante.



Sin ninguna duda y dominando la bahía está el punto culmine de la visita: la abadía del Mont Saint Michel. El obispo Aubert fundó este santuario en el siglo VIII después de tres apariciones del arcángel San Miguel. De hecho hay una figura de este arcángel coronando la abadía.


La entrada a la abadía era gratis para los estudiantes así que no dude en entrar. El lugar por dentro es como cualquier santuario religioso de la época medieval, austero y frío. Sin embargo, lo que realmente merecía la pena eran las vistas desde uno de sus patios y el claustro.



Tengo que confesar que durante la visita me acoplé con un gran número de españoles que estaban haciendo un viaje del imserso. :)



La visita me la tomé bastante con calma porque tenía tiempo de sobra hasta que saliese mi autobús a las 17:30. Incluso pude darme el lujo de pararme a comer a los pies de la abadía.
A la salida del santuario te topas con un pequeño pero curioso jardín que da a la parte amurallada del lado oeste del islote. Aquí podemos ver algunos cañones que se usaban para defenderse.



Para terminar con la visita me dí un paseo recorriendo toda la muralla hasta llegar a la portezuela principal pero parando antes a comprar un pequeño recuerdo en forma de postal. No era muy difícil perderte por esas lindas calles con sus imposibles tramados.


Una vez salí de la zona amurallada y viendo todo el tiempo que me quedaba decidí tomarme un momento de reflexión y tranquilidad en un rincón mágico que encontré rodeando la muralla. Como podéis ver en la foto había una pequeña barca enclavada en el barro.



Durante todo el tiempo que estuve allí sentado el único ruido que se escuchaba era el de las gaviotas que rondaban por la zona. Después de reflexionar un buen rato.... ya era la hora de regresar hacia Rennes. Espero tener la oportunidad de volver algún día a este lugar mágico y poder ver la abadía iluminada de noche.


¡Fotito de despedida!

A la vuelta a Rennes pasamos una noche muy agradable cenando en compañía de los vecinos mexicanos de su edificio. Lo que echaba de menos un guacamole....
El martes mi autobús salía a las tres de la tarde así que nos despertamos con calma y acompañé a Juan a su universidad. Ya que era día lectivo aprovechamos para ir a comer al comedor de allí que por solo 3 euros tenías un menú bastante decente (Ya podríamos tener algo así en la URJC).
Y finalmente llegó la hora de despedirme y volver hacia París de nuevo. Me habría gustado pasar un par de días más con ellos allí, pero pronto nos veríamos de nuevo en Madrid.

La "ciudad de la luz" me daba la bienvenida de nuevo con una ligera lluvia (Diego decía que en París no llovía de noche). Para la última noche habíamos reservado en un hostal diferente, uno situado muy cerca del arco del triunfo. Como Faber y Bailón se iban a ir a una fiesta de Erasmus con Diego, pensé en hacerme una ruta nocturna de camino al hostal. Me bajé en la parada de metro del ayuntamiento y desde ahí comencé a subir andando.


Pasando por el Louvre me encaminé en una interminable línea recta hacia el arco del triunfo. Con bastante calma llegué a la plaza de la Concordia, la segunda más grande de toda Francia después de la de Burdeos. Tengo que confesar que justo antes de llegar a la avenida de los Campos Elíseos me entraron unas ganas increíbles de mear, tanto es así, que no pude aguantarme y tuve que hacerlo detrás de un coche. La gente me miraba con cara de odio hahaha.



La avenida de los Campos Elíseos es la principal avenida de París, en ella se encuentran los comercios y tiendas más exclusivas y lujosas de la ciudad. Mientras iba paseando por ella podía oler el olor a dinero de los árabes y/o asiáticos que entraban y salían de las tiendas. 
Aunque tenía un mapa para llegar al hostal me perdí unas cuantas veces.


Este hostal estaba muchísimo mejor que el primero, empezando porque el wifi al menos funcionaba. Además las instalaciones eran mucho más modernas y limpias. No se si por equivocación o por cuestión de disponibilidad pero me metieron en una habitación de cuatro personas y no de ocho como reservamos :)
Después de hablar un rato con un chico mexicano que había en mi cuarto me dí una buena ducha y bajé a la sala a cenar un sandwich que compré en Rennes.
A la mañana siguiente bajé a desayunar y me reencontré con mis dos compañeros de viaje que apenas habían dormido unas dos horas. Tendríais que haber visto la cara que traían, sobre todo uno de ellos (guiño). Recogimos nuestras mochilas y nos dirigimos hacia la estación de autobuses andando. 

PRÓXIMA PARADA BÉLGICA

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