Pues bien, tomamos un autobús por la mañana despidiéndonos así de la capital francesa, hacia Bruselas. Compramos los billetes de bus en la compañía escocesa de bajo coste Megabus que por unos 11 euros nos parecía un chollo. Pero pronto descubrimos la razón de ese precio tan bajo.
Ya habíamos recorrido unos cuarenta minutos y estábamos a las afueras de la ciudad cuando el conductor nos dice que teníamos que dar la vuelta e ir de nuevo a la estación porque se nos habían olvidado algunos pasajeros...Os podéis imaginar el cachondeo hahahaha.
Pero la cosa no acaba aquí, porque cuando pasamos la frontera belga el conductor decidió parar en una especie de almacén o polígono en medio de la nada para cambiarse por otro empleado de la compañía. Y para terminar, el loco salió del polígono haciendo una pirula en sentido contrario que por poco nos mata, todo demasiado surrealista... Finalmente y a eso de las tres de la tarde llegamos a Bruselas (sanos y salvos)
Bélgica, el corazón de Europa, el país de Tintín, del Manneken Pis, del chocolate, de las más de 500 variedades de cerveza. El problema de los refugiados de Siria se hacía notar en las calles, donde
pudimos ver algunos de sus campamentos.
El autobús nos dejó en el norte de la ciudad, en la zona financiera, desde allí nos bajamos andando hasta donde teníamos el hotel. Este resultó estar muy cerca del Manenken Pis y de la zona céntrica. Por su aspecto parecía un hotel modesto y al principio pensamos que nos íbamos a encontrar con la mayor cutrez del mundo, pero resultó no ser así. Teníamos una habitación para nosotros tres solos (lo cual ya era de agradecer), estaba limpio, era tranquilo y el baño era amplio. Lo malo era que no incluía el desayuno.
Traíamos un hambre del copón, así que dejamos las mochilas y nos fuimos a buscar algún sitio que nos diese de comer a esas horas. La ciudad hasta que te haces a ella es un poco liosa y tengo que admitir que nos perdimos intentando llegar al centro. pero gracias a la "gran" orientación de Faber llegamos al barrio árabe. Era como entrar en una pequeña ciudad árabe con los típicos grupos de musulmanes barbudos bebiendo té en las terrazas de los bares.
Bélgica, el corazón de Europa, el país de Tintín, del Manneken Pis, del chocolate, de las más de 500 variedades de cerveza. El problema de los refugiados de Siria se hacía notar en las calles, donde
pudimos ver algunos de sus campamentos.
El autobús nos dejó en el norte de la ciudad, en la zona financiera, desde allí nos bajamos andando hasta donde teníamos el hotel. Este resultó estar muy cerca del Manenken Pis y de la zona céntrica. Por su aspecto parecía un hotel modesto y al principio pensamos que nos íbamos a encontrar con la mayor cutrez del mundo, pero resultó no ser así. Teníamos una habitación para nosotros tres solos (lo cual ya era de agradecer), estaba limpio, era tranquilo y el baño era amplio. Lo malo era que no incluía el desayuno.
Traíamos un hambre del copón, así que dejamos las mochilas y nos fuimos a buscar algún sitio que nos diese de comer a esas horas. La ciudad hasta que te haces a ella es un poco liosa y tengo que admitir que nos perdimos intentando llegar al centro. pero gracias a la "gran" orientación de Faber llegamos al barrio árabe. Era como entrar en una pequeña ciudad árabe con los típicos grupos de musulmanes barbudos bebiendo té en las terrazas de los bares.
Acabamos comiendo en un sitio de la zona unos macarrones con salsa de queso. Los precios más bajos que en Francia, lo que fue un alivio.
Con el estómago lleno parece que la orientación nos iba mejor y conseguimos llegar al centro, el cual se corresponde con la Grand-Place o "Grote Markt" en flamenco. Ya se podía oler el dulzor que proveía de los innumerables puestos en donde vendían los típicos Waffles (se me hace la boca agua solo con pensarlo).
La Grand-Place está considera como una de las más bellas del mundo. Nos coincidió con un festival de música y los días que estuvimos la Casa del Rey estaba tapada por un escenario. Pero el Ayuntamiento y las casas de los gremios con toda su ornamenta, le da a la plaza un toque especial y singular, muy al estilo europeo.
Seguimos recorriendo las bonitas calles céntricas de Bruselas hasta llegar a las Galerías de Saint Hubert, galerías acristaladas al estilo de las de Milán y San Petersburgo. Había comercios de ropa, de joyas, y de chocolate ¡Mis favoritas!.
Iba recorriendo los escaparates como un niño pequeño, fascinado con la variedad y el color de aquellas delicias. Por supuesto que no compré ninguno porque los precios eran prohibitivos, pero sí que entré en todas las tiendas para catar un poco de las muestras gratuitas. Como todos sabréis el chocolate belga es famoso en el mundo entero por respetar la norma del "cacao puro" y por su exclusivo sabor.
Después de salir de allí con la baba colgando de ver tanta delicia junta. Seguimos con nuestro paseo por los alrededores de la estación central, en donde había bastante movimiento por ser la hora en la que los bruselenses volvían de sus trabajos. Volviendo otra vez hacia la plaza central escuchamos una linda melodía a lo lejos que os sonará de algo...
Había leído que por uno de los callejones de la parte norte de la plaza estaba la hermana del Manneken Pis, es decir, la Janeken Pis y allí que nos fuimos para verlo. Además para nuestra sorpresa, justo en frente se encontraba uno de los lugares más famosos de la ciudad para tomar cerveza: el Delirium café. Famoso por ser el bar con más variedades de cerveza del mundo, de hecho, desde el 2004 ostenta el Récord Guiness con unos 2.500 tipos. Todo un lujo para nosotros los amantes de la cerveza.
Ya para terminar el día fuimos a ver al pequeño Manneken Pis, una estatua de bronce de poco más de medio metro, la cual representa a un niño meando. Es uno de los símbolos de la ciudad aunque también está considerado como uno de los monumentos que más decepcionan a los turistas del mundo. Más que nada, se ha hecho famoso porque en los días especiales se le disfraza acorde a la festividad.
Ya de vuelta al hotel descansamos un rato y luego nos fuimos a cenar algo, como la mayoría de los días acabaríamos en un kebab o algún sitio del estilo adaptado a nuestro presupuesto.
A la mañana siguiente nos despertamos con ganas de desayunar un buen Waffle con chocolate o como diría Bailón "Un grofre with nutella". Al principio sienta muy bien pero luego tanto azúcar te deja un dolor de estómago.... al menos a mí. También es verdad que lo tomamos en el sitio más barato, solo nos costó 1 euro. Os puedo dejar una foto para que se os haga la boca agua y así podéis ver la gran variedad de grofres que había: de nata, de caramelo, de frutas, con mermelada, con dulce de leche, azúcar glass, etc.
La idea de hoy era ir hasta la zona de la Comisión Europea y al Atomium. De camino pasamos por la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas de estilo gótico y con unas vidrieras que son una maravilla.
Como buena ciudad europea, además de tener una buena red de transporte es muy fácil desplazarse por ella tanto en bicicleta como andando ya que no hay apenas pendientes. Además del metro y el autobús existe un tranvía que recorre algunos tramos de la ciudad. Nosotros elegimos la opción de ir andando para poder ir viendo los parques y las zonas verdes.
Para llegar al barrio europeo había que recorrer un gran recta desde el parque que veis en la última foto. Mas o menos tardaríamos unos veinte minutos en llegar. La zona en sí no tiene mucho que ver....es una zona gris, con mucho ajetreo de coches y la mayoría está en obras. Pero al fin y al cabo es una parada obligatoria.
Además más adelante te encuentras con un rincón maravilloso: el Parque del cincuentenario. Se trata de un parque enorme con un complejo de edificios en forma de "U" dispuestos así para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la independencia de Bélgica. El arco del triunfo se sitúa en el punto central de todo el parque. En primavera y verano el parque está decorado muy colorido con flores, al igual que la Grand Place que seguro habréis visto en fotos.
Aquí aprovechamos para hacer una parada técnica y descansar un rato.
Ya nos habían dicho que el Atomium quedaba lejos del centro pero cuando vimos el mapa ni se nos pasó por la cabeza el ir andando. Había que llegar a la parte noroeste de la ciudad y para ello la mejor forma era el metro, así podíamos aprovechar para ir por primera vez en el.
El metro de Bruselas en sí no está mal, la pega que yo le vi es que era un poco caro para lo limitado que estaba, solamente tiene 6 líneas.
Por eso de las líneas y los transbordos tardamos un poco en llegar a la parada que nos dejaba más cerca. Una vez afuera se notaba que ya no era el centro porque se veía como el típico barrio residencial europeo.
Desde el metro tuvimos que andar unos 10 minutos, o más bien, dando vueltas al barrio, hasta ver asomar esa mega estructura que es el Atomium.
Se encuentra ubicado en el parque Heysel y se trata de una estructura de alrededor de 100 metros de altura, construida para la Expo de de 1958. Representa un cristal de hierro y está formado por unas nueve bolas de acero enormes. Al igual que pasó con la Torre Eiffel fue diseñada para estar ahí temporalmente, pero al convertirse en una atracción turística decidieron dejarlo.
Para subir a la esfera de la cima, la cual está abierta al público, han puesto un ascensor en la parte central. Aunque subir es un poco caro.
Para ser un lugar muy turístico la verdad es que no había casi gente y se podía pasear tranquilamente. Aunque también debía influir que era la hora de comer.
Teníamos un hambre del copón y nos fuimos a buscar algún sitio que nos diese de comer a esas horas. Nos encontramos con uno de los bares que sabían jugar muy bien con el nombre porque con sus dos cojones lo había llamada "Fritomium" hahahaha
Al final acabamos volviendo en metro hasta el centro donde comimos y racaneamos un poco de wifi mientras hacíamos tiempo. Por la tarde Faber se iba a Leuven a pasar la noche así que el se fue hacia la estación de trenes y nosotros al hotel porque empezó a diluviar a lo bestia.
Después de cenar y de pasar una tarde tranquila descansando nos fuimos a tomar unas cervezas al Delirium Café del que os he hablado antes. Nos habían dicho que los fines de semana se llenaba pero al ser jueves pudimos sentarnos en la planta de arriba sin ningún problema.
Para empezar suave tomamos una cerveza con sabor a cereza llamada "Kriek" y en la segunda ronda una oscura llamada "Deven" que si no recuerdo mal era de las que más graduación tenían.
El viernes amaneció soleado y caluroso para lo que venía haciendo los días anteriores, y desde luego que lo agradecíamos. ¡Bendito sol de España!.
Era uno de los días más esperados del viaje porque íbamos a visitar la región flamenca o de Flandes. Una de las tres regiones que componen Bélgica, junto la región de Valona y la región de Bruselas capital. En nuestro caso íbamos a pasar por Gante y Brujas y en un principio me habría desviado a Amberes para ver a Chris pero ya se sabe como funciona esto,....
En la misma estación de tren de Bruselas nos hicimos un poco de lío para comprar los billetes con el descuento joven y tuvo que venir una mujer que trabajaba allí (hablando un español casi perfecto) para ayudarnos con la máquina. El recorrido Bruselas-Gante-Brujas-Bruselas nos costó unos 18 euros nada más.
El primer destino era Gante, separada de la capital por tan solo 35 minutos. Esta ciudad fue fundada en el siglo IX y destaca por su universidad, la cual da mucha vida a la ciudad. De hecho de los 250.000 habitantes de la ciudad, 45.000 son estudiantes. Al igual que Brujas también posee una red interesante de canales y un precioso centro urbano medieval pero más limitada.
Desde la estación de Gante había que caminar un buen trozo hasta llegar al centro. Hubo dos cosas que nos llamó la atención nada más llegar: una de ellas era que a diferencia de Bruselas aquí hablaban flamenco, una variedad de los holandés y la otra era la cantidad de bicicletas que había. (Adjunto foto) Era alucinante la cantidad de ellas aparcadas y sin ningún tipo de candado ¡Ojo¡
Se podía respirar calidad de vida solamente paseando por sus alrededores... Ciudad tranquila, llena de zonas verdes y carriles bici, vida estudiantil y un centro histórico maravilloso ¿Qué más se puede pedir?
Una vez en el centro histórico nos costó un poco orientarnos. Lo que hicimos fue tomar como referencia la plaza (Korenmarkt) para ir moviéndonos por los alrededores. Lo primero que nos encontramos fue el ayuntamiento, al igual que ocurre en Bruselas y Brujas este no pasa desapercibido. En general toda la plaza es una pequeña muestra de la arquitectura de esta región de Europa.
Otros puntos de interés cercanos a la plaza son la Catedral, donde fue bautizado Carlos V y la cual tardó tres siglos en construirse. Además de el campanario de más de noventa metros de altura que podéis ver asomar en muchas de las fotos.
Poco a poco nos fuimos recorriendo las callejuelas y los canales hasta llegar al Castillo de Gante. Una verdadera fortaleza que sorprende que esté enclavada en el mismo centro histórico. Fue residencia de los condes de Flandes y se ha convertido en una visita imprescindible de la ciudad, aunque tengo que confesar que nosotros no entramos porque era un poco caro.
Finalmente, como último punto de interés nos encontramos con la Iglesia de San Nicolás, situada muy cerca de la catedral y a mi parecer una pequeña joya.
Tuvimos mucha suerte en elegir el viernes para hacer esta visita porque hacía un día espectacular, incluso hacía calor, y esto se notaba en la vida que había por las calles y por los canales. Muchos estudiantes se habían acercado a los muelles para tomar un poco el sol y disfrutar de la mañana.
He aquí la prueba:
Aunque luego resultó ser unos panecillos tostados nos quitó un poco el hambre de camino a Brujas en el tren. Brujas y Gante se distancian por solamente unos 20 minutos o así en tren.
La estación de Brujas se encuentra un poco más cerca del centro que la de Gante, y además para llegar a este hay que pasar por un parque repleto de zonas verdes. Solo con verlo nos daba unas ganas inmensas de tumbarnos en ese manto tan verde que tenían por césped.
Una vez pasamos por la oficina de información turística en busca de un mapa y de wifi, nos dirigimos hacia la ciudad en sí. Antes de nada teníamos que comer porque nos moríamos de hambre y después de ver que las opciones locales eran bastante caras tuvimos que tirar de "comida basura" y entrar en el Mcdonald.
Después de comer nos fuimos a conocer el casco antiguo de Brujas antes de ir al punto de encuentro donde nos reuniríamos con Faber de nuevo unas horas más tarde. A medida que nos íbamos adentrando en la ciudad iba cambiando totalmente, empezaron a aparecer los canales, y esa arquitectura tan característica de Bélgica. Gran prueba de ello es la plaza central y su imponente campanario.
Como podéis ver en la siguiente foto, desde la plaza se ofrecían paseos a caballo tirado por una especie de carroza para darle un toque más auténtico.
Continuando nuestro paseo nos encontramos con todo el entramado de canales que tantas veces habíamos visto en fotografías. Fue una verdadera maravilla pasear por los canales con el buen día que hacía, además resultó que no había tanto turistas como yo había pensado en un principio.
Una de las cosas a las que no me acostumbraba era a ver las bicicletas sin ningún tipo de candado, nos daban ganas de dar una vuelta con ellas y luego dejarlas de nuevo en su sitio.
Seguimos el mapa que nos habían dado en la oficina de turismo para ir bordeando los canales y llegar así a los molinos holandeses, ya saliendo de lo que es el centro.
Con el estómago lleno parece que la orientación nos iba mejor y conseguimos llegar al centro, el cual se corresponde con la Grand-Place o "Grote Markt" en flamenco. Ya se podía oler el dulzor que proveía de los innumerables puestos en donde vendían los típicos Waffles (se me hace la boca agua solo con pensarlo).
La Grand-Place está considera como una de las más bellas del mundo. Nos coincidió con un festival de música y los días que estuvimos la Casa del Rey estaba tapada por un escenario. Pero el Ayuntamiento y las casas de los gremios con toda su ornamenta, le da a la plaza un toque especial y singular, muy al estilo europeo.
Seguimos recorriendo las bonitas calles céntricas de Bruselas hasta llegar a las Galerías de Saint Hubert, galerías acristaladas al estilo de las de Milán y San Petersburgo. Había comercios de ropa, de joyas, y de chocolate ¡Mis favoritas!.
Iba recorriendo los escaparates como un niño pequeño, fascinado con la variedad y el color de aquellas delicias. Por supuesto que no compré ninguno porque los precios eran prohibitivos, pero sí que entré en todas las tiendas para catar un poco de las muestras gratuitas. Como todos sabréis el chocolate belga es famoso en el mundo entero por respetar la norma del "cacao puro" y por su exclusivo sabor.
Después de salir de allí con la baba colgando de ver tanta delicia junta. Seguimos con nuestro paseo por los alrededores de la estación central, en donde había bastante movimiento por ser la hora en la que los bruselenses volvían de sus trabajos. Volviendo otra vez hacia la plaza central escuchamos una linda melodía a lo lejos que os sonará de algo...
Había leído que por uno de los callejones de la parte norte de la plaza estaba la hermana del Manneken Pis, es decir, la Janeken Pis y allí que nos fuimos para verlo. Además para nuestra sorpresa, justo en frente se encontraba uno de los lugares más famosos de la ciudad para tomar cerveza: el Delirium café. Famoso por ser el bar con más variedades de cerveza del mundo, de hecho, desde el 2004 ostenta el Récord Guiness con unos 2.500 tipos. Todo un lujo para nosotros los amantes de la cerveza.
Ya para terminar el día fuimos a ver al pequeño Manneken Pis, una estatua de bronce de poco más de medio metro, la cual representa a un niño meando. Es uno de los símbolos de la ciudad aunque también está considerado como uno de los monumentos que más decepcionan a los turistas del mundo. Más que nada, se ha hecho famoso porque en los días especiales se le disfraza acorde a la festividad.
Ya de vuelta al hotel descansamos un rato y luego nos fuimos a cenar algo, como la mayoría de los días acabaríamos en un kebab o algún sitio del estilo adaptado a nuestro presupuesto.
A la mañana siguiente nos despertamos con ganas de desayunar un buen Waffle con chocolate o como diría Bailón "Un grofre with nutella". Al principio sienta muy bien pero luego tanto azúcar te deja un dolor de estómago.... al menos a mí. También es verdad que lo tomamos en el sitio más barato, solo nos costó 1 euro. Os puedo dejar una foto para que se os haga la boca agua y así podéis ver la gran variedad de grofres que había: de nata, de caramelo, de frutas, con mermelada, con dulce de leche, azúcar glass, etc.
La idea de hoy era ir hasta la zona de la Comisión Europea y al Atomium. De camino pasamos por la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas de estilo gótico y con unas vidrieras que son una maravilla.
Como buena ciudad europea, además de tener una buena red de transporte es muy fácil desplazarse por ella tanto en bicicleta como andando ya que no hay apenas pendientes. Además del metro y el autobús existe un tranvía que recorre algunos tramos de la ciudad. Nosotros elegimos la opción de ir andando para poder ir viendo los parques y las zonas verdes.
El buen Faber se veía dinámico
Para llegar al barrio europeo había que recorrer un gran recta desde el parque que veis en la última foto. Mas o menos tardaríamos unos veinte minutos en llegar. La zona en sí no tiene mucho que ver....es una zona gris, con mucho ajetreo de coches y la mayoría está en obras. Pero al fin y al cabo es una parada obligatoria.
Además más adelante te encuentras con un rincón maravilloso: el Parque del cincuentenario. Se trata de un parque enorme con un complejo de edificios en forma de "U" dispuestos así para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la independencia de Bélgica. El arco del triunfo se sitúa en el punto central de todo el parque. En primavera y verano el parque está decorado muy colorido con flores, al igual que la Grand Place que seguro habréis visto en fotos.
Aquí aprovechamos para hacer una parada técnica y descansar un rato.
Ya nos habían dicho que el Atomium quedaba lejos del centro pero cuando vimos el mapa ni se nos pasó por la cabeza el ir andando. Había que llegar a la parte noroeste de la ciudad y para ello la mejor forma era el metro, así podíamos aprovechar para ir por primera vez en el.
El metro de Bruselas en sí no está mal, la pega que yo le vi es que era un poco caro para lo limitado que estaba, solamente tiene 6 líneas.
Por eso de las líneas y los transbordos tardamos un poco en llegar a la parada que nos dejaba más cerca. Una vez afuera se notaba que ya no era el centro porque se veía como el típico barrio residencial europeo.
Desde el metro tuvimos que andar unos 10 minutos, o más bien, dando vueltas al barrio, hasta ver asomar esa mega estructura que es el Atomium.
Se encuentra ubicado en el parque Heysel y se trata de una estructura de alrededor de 100 metros de altura, construida para la Expo de de 1958. Representa un cristal de hierro y está formado por unas nueve bolas de acero enormes. Al igual que pasó con la Torre Eiffel fue diseñada para estar ahí temporalmente, pero al convertirse en una atracción turística decidieron dejarlo.
Para subir a la esfera de la cima, la cual está abierta al público, han puesto un ascensor en la parte central. Aunque subir es un poco caro.
Para ser un lugar muy turístico la verdad es que no había casi gente y se podía pasear tranquilamente. Aunque también debía influir que era la hora de comer.
Teníamos un hambre del copón y nos fuimos a buscar algún sitio que nos diese de comer a esas horas. Nos encontramos con uno de los bares que sabían jugar muy bien con el nombre porque con sus dos cojones lo había llamada "Fritomium" hahahaha
Al final acabamos volviendo en metro hasta el centro donde comimos y racaneamos un poco de wifi mientras hacíamos tiempo. Por la tarde Faber se iba a Leuven a pasar la noche así que el se fue hacia la estación de trenes y nosotros al hotel porque empezó a diluviar a lo bestia.
Después de cenar y de pasar una tarde tranquila descansando nos fuimos a tomar unas cervezas al Delirium Café del que os he hablado antes. Nos habían dicho que los fines de semana se llenaba pero al ser jueves pudimos sentarnos en la planta de arriba sin ningún problema.
Para empezar suave tomamos una cerveza con sabor a cereza llamada "Kriek" y en la segunda ronda una oscura llamada "Deven" que si no recuerdo mal era de las que más graduación tenían.
El viernes amaneció soleado y caluroso para lo que venía haciendo los días anteriores, y desde luego que lo agradecíamos. ¡Bendito sol de España!.
Era uno de los días más esperados del viaje porque íbamos a visitar la región flamenca o de Flandes. Una de las tres regiones que componen Bélgica, junto la región de Valona y la región de Bruselas capital. En nuestro caso íbamos a pasar por Gante y Brujas y en un principio me habría desviado a Amberes para ver a Chris pero ya se sabe como funciona esto,....
En la misma estación de tren de Bruselas nos hicimos un poco de lío para comprar los billetes con el descuento joven y tuvo que venir una mujer que trabajaba allí (hablando un español casi perfecto) para ayudarnos con la máquina. El recorrido Bruselas-Gante-Brujas-Bruselas nos costó unos 18 euros nada más.
El primer destino era Gante, separada de la capital por tan solo 35 minutos. Esta ciudad fue fundada en el siglo IX y destaca por su universidad, la cual da mucha vida a la ciudad. De hecho de los 250.000 habitantes de la ciudad, 45.000 son estudiantes. Al igual que Brujas también posee una red interesante de canales y un precioso centro urbano medieval pero más limitada.
Desde la estación de Gante había que caminar un buen trozo hasta llegar al centro. Hubo dos cosas que nos llamó la atención nada más llegar: una de ellas era que a diferencia de Bruselas aquí hablaban flamenco, una variedad de los holandés y la otra era la cantidad de bicicletas que había. (Adjunto foto) Era alucinante la cantidad de ellas aparcadas y sin ningún tipo de candado ¡Ojo¡
Se podía respirar calidad de vida solamente paseando por sus alrededores... Ciudad tranquila, llena de zonas verdes y carriles bici, vida estudiantil y un centro histórico maravilloso ¿Qué más se puede pedir?
Una vez en el centro histórico nos costó un poco orientarnos. Lo que hicimos fue tomar como referencia la plaza (Korenmarkt) para ir moviéndonos por los alrededores. Lo primero que nos encontramos fue el ayuntamiento, al igual que ocurre en Bruselas y Brujas este no pasa desapercibido. En general toda la plaza es una pequeña muestra de la arquitectura de esta región de Europa.
Otros puntos de interés cercanos a la plaza son la Catedral, donde fue bautizado Carlos V y la cual tardó tres siglos en construirse. Además de el campanario de más de noventa metros de altura que podéis ver asomar en muchas de las fotos.
Poco a poco nos fuimos recorriendo las callejuelas y los canales hasta llegar al Castillo de Gante. Una verdadera fortaleza que sorprende que esté enclavada en el mismo centro histórico. Fue residencia de los condes de Flandes y se ha convertido en una visita imprescindible de la ciudad, aunque tengo que confesar que nosotros no entramos porque era un poco caro.
Finalmente, como último punto de interés nos encontramos con la Iglesia de San Nicolás, situada muy cerca de la catedral y a mi parecer una pequeña joya.
Tuvimos mucha suerte en elegir el viernes para hacer esta visita porque hacía un día espectacular, incluso hacía calor, y esto se notaba en la vida que había por las calles y por los canales. Muchos estudiantes se habían acercado a los muelles para tomar un poco el sol y disfrutar de la mañana.
Después de haber visto Brujas he de decir que aunque Gante me gustó bastante y me sorprendió gratamente, también me pareció un poco sucia, con partes en mal estado. Aunque también pudo ser causa de que muchas partes estaban en obras por lo que habrá que visitarla de nuevo en otra ocasión .
Al llegar a la estación nos llevamos la sorpresa de que unas simpáticas chicas estaban regalando pequeñas bolsas con comida, supongo que sería promocional pero como buenos españoles que somos nos lanzamos a por ellas.He aquí la prueba:
Aunque luego resultó ser unos panecillos tostados nos quitó un poco el hambre de camino a Brujas en el tren. Brujas y Gante se distancian por solamente unos 20 minutos o así en tren.
La estación de Brujas se encuentra un poco más cerca del centro que la de Gante, y además para llegar a este hay que pasar por un parque repleto de zonas verdes. Solo con verlo nos daba unas ganas inmensas de tumbarnos en ese manto tan verde que tenían por césped.
Una vez pasamos por la oficina de información turística en busca de un mapa y de wifi, nos dirigimos hacia la ciudad en sí. Antes de nada teníamos que comer porque nos moríamos de hambre y después de ver que las opciones locales eran bastante caras tuvimos que tirar de "comida basura" y entrar en el Mcdonald.
Después de comer nos fuimos a conocer el casco antiguo de Brujas antes de ir al punto de encuentro donde nos reuniríamos con Faber de nuevo unas horas más tarde. A medida que nos íbamos adentrando en la ciudad iba cambiando totalmente, empezaron a aparecer los canales, y esa arquitectura tan característica de Bélgica. Gran prueba de ello es la plaza central y su imponente campanario.
Como podéis ver en la siguiente foto, desde la plaza se ofrecían paseos a caballo tirado por una especie de carroza para darle un toque más auténtico.
Continuando nuestro paseo nos encontramos con todo el entramado de canales que tantas veces habíamos visto en fotografías. Fue una verdadera maravilla pasear por los canales con el buen día que hacía, además resultó que no había tanto turistas como yo había pensado en un principio.
Una de las cosas a las que no me acostumbraba era a ver las bicicletas sin ningún tipo de candado, nos daban ganas de dar una vuelta con ellas y luego dejarlas de nuevo en su sitio.
Seguimos el mapa que nos habían dado en la oficina de turismo para ir bordeando los canales y llegar así a los molinos holandeses, ya saliendo de lo que es el centro.
Para volver al centro tuvimos que ir callejeando lo que nos permitió encontrarnos con casas de los mas curiosas y callejones de película.
Una vez de vuelta en el centro llegamos justo para la hora de reencontrarnos con Faber. Ahora que estábamos los tres seguimos con nuestra ruta por la ciudad para ver así lo que nos quedaba. Nos quedaba por ver la parte central de los canales y algún que otro lugar como la Iglesia. Por las calles de Brujas también abundaban las tiendas de chocolates y de Gofres al igual que en Bruselas pero con los precios un poco más altos. Lo mejor sin duda es el olor dulce que dejan por las calles.
Poco a poco se nos iba yendo la luz, y aunque a mi me habría gustado ver la ciudad de noche pensamos que era mejor volver al hotel para descansar. Tocaba volver a la estación de tren y de allí unos 45 minutos hasta Bruselas.
Una vez en el hotel, salimos a comprar algo para cenar y enseguida nos fuimos al Manneken Pis porque era el lugar donde Faber había quedado con un amigo suyo belga para salir a tomar unas cervezas. La noche empezó en el Café Delirium en donde probamos otros dos tipos de cerveza: la Delirium Tremens (famosa por el logo del elefante rosa) y la Chimay, una de las más conocidas y para mi gusto la mejor. Esa noche nos dimos cuenta del buen beber que tenemos los españoles, porque los belgas no llevaban ni la mitad de la primera cerveza cuando nosotros ya habíamos terminado casi con la segunda.
Finalmente acabamos las noche en un pub irlandés, aunque yo ya estaba un poco cansado y con más ganas de comer unas papas fritas en los puestos de la calle que de estar ahí dentro. En general fue una buena noche para despedir nuestro primer viaje juntos.
Cuando volvimos al hotel de madrugada Faber tuvo que ponerse a preparar la mochila porque el se marchaba en el avión por la mañana temprano.
A la mañana siguiente nos despertamos los dos solos y con tranquilidad fuimos preparando la mochila para dejarla hecha antes de salir a desayunar.
El hombre de la recepción del hotel nos hizo el gran favor de guardarnos las mochilas hasta la tarde. Lo primero que hicimos fue ir a desayunar, Bailón tiró de supermercado y yo me di el lujo de comprar un gofre decente, no como los de 1 euro del primer día.
El día más extraño del viaje comenzó cuando nos sentamos a tomar el desayuno en una plaza cerca de la estación de tren. Tan tranquilos como estábamos se nos acercó una pareja de hombres gays hablándonos en inglés, para darnos el coñazo con que nos fuésemos con ellos o con que le diésemos un abrazo a uno de ellos, totalmente surrealista en serio.
A todo esto cerca de nuestro hotel nos encontramos con la versión perruna del Manneken Pis hahahaha
Cuando pasamos por el Manneken Pis nos encontramos con que estaba disfrazo. Además por los alrededores había un desfile y una banda tocando, así que supusimos que debía de ser alguna festividad porque todo estaba decorado con los colores de la bandera de Bélgica.
Después de esto seguimos dando nuestra vuelta para terminar de ver Bruselas, por lo que nos intentamos meter por las calles que no habíamos pasado nunca, y así es como llegamos a la gran calle comercial, una especie de Gran Vía llena de comercios y tiendas de marca.
Entre una de estas calles nos encontramos con el monumento a la patria belga.
Siguiendo la calle comercial nos topamos con una gran avenida que según mi mapa llevaba a la Basílica del Sagrado Corazón la cual asomaba a lo lejos. Con lo que no contábamos era con que la distancia era mayor de lo que pensábamos y resultó estar a una media hora larga caminando.
La Basílica se encuentra sobre un gran parque desde donde asoma su imponente cúpula de cobre verde de más de 80 metros de altura que le daba un toque interesante y exótico.
Al acercarnos vimos que estaban haciendo como una gymkana por los alrededores, la prueba de aquí era lanzarse como en tirolina desde lo alto de la basílica.... Sigo sin entender como les dejaron montar eso en un lugar de este tipo. Aunque la zona no es que estuviese muy concurrida, a decir verdad no había casi nadie, ni dentro de la basílica ni fuera.
Después de echar un vistazo decidimos dar la vuelta y volver al centro, en realidad no había mucho más que hacer por allí.
Nuestro día surrealista no había terminado aún porque a mitad de camino de vuelta al centro fuimos testigos de todo un espectáculo... ¡Parecía sacado de un película de "fast and furious"!
Todo empezó cuando de repente se empezó a escuchar un ruido tremendo de motores que provenía de la avenida. Cuando nos giramos, vemos que venía un grupo de coches con el motor trucado,derrapando y gente subida en el techo o con el cuerpo medio sacado por la ventana montando el espectáculo. Total, que se quedaron un buen rato quemando rueda en la rotonda y pitando como locos para luego irse a toda hostia calle arriba. En fin.... la cara que se nos quedó a todos fue de ¡El mundo se va a la mierda¡.
Pasado todo esto reemprendimos nuestra caminata hacia el centro tranquilamente. Intentamos alquilar una bici de esas públicas para llegar antes pero había que pagar un depósito altísimo para utilizarlas, así que continuamos a patita. Una vez en el centro hicimos las últimas fotografías y paramos a comer.
Paramos en una especie de coreano, donde ya echamos el resto de la tarde robando wifi y esperando a la hora de salir hacia el hotel para recoger las mochilas. Aunque como buenos españoles, antes de irnos paramos a tomar la última cerveza belga.
Personalmente la cerveza con sabor a frambuesa me supo a gloria, además el bar tenía un ambiente muy chulo.
Ahora sí que era la hora de marcharnos :S
Una vez con la mochila nos fuimos hacia el punto desde donde se suponía que salían los autobuses hacia el aeropuerto. Cuando llegamos al lugar no tenía mucha pinta de ser allí por lo que comenzamos a dar vueltas hasta que encontramos la calle y vimos como el bus se nos escapaba....
En fin, nos tocó esperar un rato y tomar el que era un poco más caro, en torno a 17 euros la gracia.
El aeropuerto estaba un poco lejos, aunque pasamos la mitad del camino durmiendo.
El vuelo de vuelta trascurrió tranquilo y sin nada que destacar, salvo que cuando aterrizamos se escucha la melodía de "Los juegos del hambre" y al piloto decir "bueno, ahora si que si eehh" hahahaha.
Así es como damos por finalizado un viaje de película con dos grandes personas. Como ya dijo el señor Bailón: "La amistad es aquello que nos da motivos para continuar, aquello que nunca muere a pesar de la distancia". Y ya adelanto que este solo ha sido el primero de muchos otros.
Siguiendo la calle comercial nos topamos con una gran avenida que según mi mapa llevaba a la Basílica del Sagrado Corazón la cual asomaba a lo lejos. Con lo que no contábamos era con que la distancia era mayor de lo que pensábamos y resultó estar a una media hora larga caminando.
La Basílica se encuentra sobre un gran parque desde donde asoma su imponente cúpula de cobre verde de más de 80 metros de altura que le daba un toque interesante y exótico.
Al acercarnos vimos que estaban haciendo como una gymkana por los alrededores, la prueba de aquí era lanzarse como en tirolina desde lo alto de la basílica.... Sigo sin entender como les dejaron montar eso en un lugar de este tipo. Aunque la zona no es que estuviese muy concurrida, a decir verdad no había casi nadie, ni dentro de la basílica ni fuera.
Después de echar un vistazo decidimos dar la vuelta y volver al centro, en realidad no había mucho más que hacer por allí.
Nuestro día surrealista no había terminado aún porque a mitad de camino de vuelta al centro fuimos testigos de todo un espectáculo... ¡Parecía sacado de un película de "fast and furious"!
Todo empezó cuando de repente se empezó a escuchar un ruido tremendo de motores que provenía de la avenida. Cuando nos giramos, vemos que venía un grupo de coches con el motor trucado,derrapando y gente subida en el techo o con el cuerpo medio sacado por la ventana montando el espectáculo. Total, que se quedaron un buen rato quemando rueda en la rotonda y pitando como locos para luego irse a toda hostia calle arriba. En fin.... la cara que se nos quedó a todos fue de ¡El mundo se va a la mierda¡.
Pasado todo esto reemprendimos nuestra caminata hacia el centro tranquilamente. Intentamos alquilar una bici de esas públicas para llegar antes pero había que pagar un depósito altísimo para utilizarlas, así que continuamos a patita. Una vez en el centro hicimos las últimas fotografías y paramos a comer.
Paramos en una especie de coreano, donde ya echamos el resto de la tarde robando wifi y esperando a la hora de salir hacia el hotel para recoger las mochilas. Aunque como buenos españoles, antes de irnos paramos a tomar la última cerveza belga.
Personalmente la cerveza con sabor a frambuesa me supo a gloria, además el bar tenía un ambiente muy chulo.
Ahora sí que era la hora de marcharnos :S
Una vez con la mochila nos fuimos hacia el punto desde donde se suponía que salían los autobuses hacia el aeropuerto. Cuando llegamos al lugar no tenía mucha pinta de ser allí por lo que comenzamos a dar vueltas hasta que encontramos la calle y vimos como el bus se nos escapaba....
En fin, nos tocó esperar un rato y tomar el que era un poco más caro, en torno a 17 euros la gracia.
El aeropuerto estaba un poco lejos, aunque pasamos la mitad del camino durmiendo.
El vuelo de vuelta trascurrió tranquilo y sin nada que destacar, salvo que cuando aterrizamos se escucha la melodía de "Los juegos del hambre" y al piloto decir "bueno, ahora si que si eehh" hahahaha.
Así es como damos por finalizado un viaje de película con dos grandes personas. Como ya dijo el señor Bailón: "La amistad es aquello que nos da motivos para continuar, aquello que nunca muere a pesar de la distancia". Y ya adelanto que este solo ha sido el primero de muchos otros.
¡GRANDE MANADA!
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