miércoles, 26 de noviembre de 2014

Huasteca Potosina

Al fin llegó uno de los viajes que más me habían recomendado: la Huasteca Potosina. Aunque resultó ser el viaje menos menos interesante de los hechos hasta ahora. El día de partida coincidió con el día en el que me dieron la pinche beca. ¡AL FIN!
Partíamos el viernes 14 de noviembre, coincidiendo en que el viaje se extendía hasta el martes de madrugada porque el lunes 17 era fiesta y por lo tanto había puente. En esta ocasión solamente íbamos Álvaro y yo, aunque en principio iba a venir Chris, pero en el último momento se nos cayó porque decía que tenía que estudiar y prefería ir a Puerto Vallarta. Una putada la verdad, porque a causa de esto tuvimos que pagar 500 pesos más cada uno debido al cambio de una habitación triple.
Un habitación triple porque íbamos al viaje con mi amigo de la universidad Fabian. Otra vez fuimos con la agencia de viajes "turismo amanecer", ya que de todas las agencias me parecía la mejor. Pero iba a ser el último viaje con un tour organizado por una agencia.

Partíamos el viernes a eso de las diez de la noche, como de costumbre llegamos tarde, pero a tiempo de que no se fueran sin nosotros. Pasar la noche en el autobús fue cansada porque en realidad no duermes nada, pero así ganas un día de viaje. Salimos dos autobuses en total, y nos esperaban 9 largas horas de camino hacia el estado de San Luis Potosí, al noreste de Jalisco.
A eso de las 7 de la mañana llegamos a Media Luna, unas aguas termales, en las que estuvimos tres horas. Solo los valientes se metieron ya que afuera hacía bastante frío. Yo no me atreví a pesar de que me dijeron que el agua estaba caliente, preferí desayunar caliente.





Toda la región de la Huasteca Potosina se caracteriza por ser una zona cálida, con bastante humedad y vegetación acorde a esa humedad, es decir, muy verde, casi selvática.
La siguiente parada era el llamada "Puente de Dios", una zona de cascadas, llamado así por la cueva que se podía cruzar a nado y que formaba como un puente. A diferencia del anterior lugar aquí si que hacía calor pero el agua estaba un poco más fresca. Después de hacer balance del viaje tengo que decir que es el lugar que más me gustó.
Al llegar nos tuvimos que ir a cambiar y dejar las cosas en un lugar que había habilitado para ello donde pagabas con la voluntad. El sitio tengo que decir que tampoco es que estuviera muy grande pero no es que necesitara más. Lo mejor sin duda era el salto de 10 metros que había, la primera vez fue una sensación agridulce, agria al tener que armarte de valor para saltar y dulce por la adrenalina que sentías al estar abajo. Nos gustó tanto que repetimos unas tres veces. Además, cuando llegabas abajo la corriente te llevaba tanto que era neceario agarrarte a unas sogas que había para ello. Nadar a contracorriente hizo que acabáramos cansados pero con ganas de más.





El color del agua en todos estos lugares era realmente hermoso, pero más adelante veréis que todavía se podía superar.
Después de comer nos fuimos a las Cascadas de Tamasopo, que se encontraban como a unas dos horas de camino. Hay que resaltar que en este viaje nos hicimos kilómetros para aburrir, sin duda el viaje en que mas distancia entre destinos me tuve que tragar.
Este último lugar del día se trataba de un espacio natural donde habían muchas cascadas y saltos de agua, aunque aquí no había muchos lugares donde bañarse porque casi no cubría. Aquí os dejo un vídeo:


Nos dimos una vuelta por los alrededores y nos subimos arriba de las cascadas para ver como caía el agua. Finalmente nos bajamos a lo que realmente merecía la pena del sitio, tomarte una cerveza bien fría viendo el agua caer.







Ya de noche y reventados de todo el día, sobre todo de saltar las cascadas y de estar tanto tiempo en el agua, agarramos camino hacia al hotel. Primero nos dejaron a algunos en un hotel situado en un pueblo enano donde no había nada. Se supone que en este estábamos por lo del cambio de habitación, junto a los que reservaron los últimos. Un hotel bastante cutre, aunque las camas estaban bastante bien, y al menos había agua caliente en las duchas. Estas son las vistas desde nuestra habitación.




La mañana amaneció bonita y soleada, al contrario de lo que veríamos al día siguiente. por lo que había que aprovechar. Nos bajamos a desayunar a un restaurante que había debajo de nuestro "hotel" y en el que habíamos cenado la noche anterior decentemente. Allí nos metimos un buen desayuno tipo buffet de platos típicos mexicanos (Lo mejor el maíz con frijoles y huevos revueltos.). A la hora de montar en el camión para empezar con las excursiones faltaban los dos alemanes que venían con nosotros, y después de esperar unos diez minutos decidimos irnos sin ellos. Además en el viaje conocimos a unos mexicanos muy simpáticos, sobre todo a un peculiar hombre entrado en edad que era de lo más peculiar. Sin dejar  de mencionar a la chica que se pasó borracha todo el viaje.

El primer sitio que vistamos en el segundo día fue el castillo surrealista de Edward James, un jardín de lo más interesante y extraño que he visto en mi vida. El sitio era muy húmedo y se notaba en la vegetación tan frondosa y crecida que había. La pega quizás es que había demasiada gente, lo que impedía "respirar" la atmósfera de un lugar como aquel, en el que estarías como en el cielo si estuvieras tú solo. Unas imágenes lo explicarán mejor.











A las afueras del lugar había una especie de tianguis donde vendían artesanías y varias cosas más, así que aproveché para comprar un rico café artesanal de vainilla.

Seguidamente y sin comer nos fuimos al siguiente y último destino del día: el sótano de las golondrinas. Tenía que coincidir con el atardecer, para así ver el espectáculo de las aves entrando en el agujero llamado "sótano", de más de 300 metros de profundidad.  Un lugar que además está considerado como una de las 13 maravillas naturales de México.
Para llegar allí primero tuvimos que ir al pueblo de Aquismon y desde allí tomar una camioneta debido a que el autobús no podía subir hasta arriba. En el pueblo intentamos bajar rápido para comprar aunque fueran unas galletas porque nos moríamos de hambre. Y enseguida nos montamos en la camioneta. El camino fue largo pero bonito, además tenía un asiento vip.




Al llegar allí nos dijeron que teníamos como una hora y media para ver la entrada de las aves (entre ellas había cotorras verdes preciosas). Había que bajar unos cuantos metros por una escalera para llegar a lo que es el sótano. Una vez allí estuvimos esperando a que atardeciera para ver la entrada, aunque sí es cierto que yo me esperaba una entrada más masiva.
Podías acercarte al agujero si te ataban con una cuerda y luego les dabas cinco pesos, lo que se veía era una inmensidad indescriptible, una sensación de caída.....
Vimos como entraban los pájaros como balas y el ruido que hacían.





Por cierto, encontré al chico de "La caída de Edgar" pero un poco más crecido.


A las seis de la tarde comenzamos a subir para volver a tomar la camioneta hacia el pueblo ya de noche. Allí nos dejaron un tiempo para cenar, pero nosotros decidimos cenar al lado del hotel y aprovechar aquí para tomar unas cervezas.
Ya en el hotel cenamos unas enchiladas potosinas bastante buenas, y a dormir de nuevo como unos niños.

El tercer y último día amaneció como mencione anteriormente nublado y lluvioso, además con bastante frío. Cosa que no favorecía nada las excursiones que teníamos organizadas para el día, las dos relacionadas con agua. Nos abrigamos y nos bajamos a desayunar un café caliente con un pan dulce.
La salida fue puntual como nos señalaron, a las 9 de la mañana nos fuimos. A mitad de camino me dí cuenta de que me había llevado la llave del hotel, un recuerdo más para la colección.
El primer lugar del día era la Cascada de Tamul, el lugar que salía en todas las fotos promocionales de la Huasteca. Casi llegando allí nos recomendaron que no bajásemos nada salvo lo esencial. Por esa razón tuvimos que bajar solo con el bañador a pesar del frío.
Caminamos unos cinco minutos hasta llegar al lugar donde estaban las barcas preparadas, en donde nos dieron unas palas para remar y un chaleco. Listos para salir en una barca de 20 personas y con pocos remos empezamos a remar.



El color del agua unido al de la piedra blanca hacía que fuera un lugar realmente hermoso, aunque con sol pienso que el agua estaría mas impresionante. La meta era llegar a la cascada y a mitad de camino hacer una parada en una cueva.
Cuando llevábamos un rato remando tuvimos que parar y bajarnos para continuar caminando, porque había unos rápidos que impedían seguir remando.





Después de volver a subirnos ya no quedaba mucho para llegar a la famosa casaca de 105 metros de altura. A medida que te acercabas la ibas escuchando y te aumentaban las ganas de acercarte, sin embargo, no nos dejaron acercarnos más que a una piedra para tomarnos unas fotos.




El camino de vuelta se hizo insufrible del frío que hacía, algunos valientes (la mayoría se lanzaron para bajar nadando por los rápidos), claramente yo no lo hice XD.
Como ya dije, paramos a mitad en una cueva de agua, en la que tampoco había nada especial que ver, así que a recuperar un poco el calor y a continuar. En total el camino fue de alrededor de unas tres horas contando la ida y la vuelta. Nada más bajarnos de las barcas lo que hicimos todos fue correr hacia el autobús para cambiarnos la ropa mojada y comer (que por cierto gané dinero porque me devolvió más del que le entregué).

Ya por último íbamos a las cascadas de Micos para realizar los saltos que habíamos pagado previamente. La mayoría se arrepintió, lo que hizo que en vez de ir treinta personas como había planeado, solamente fuimos unos quince. Puedo decir que nada más montarme en la camioneta para subirnos hasta arriba ya me arrepentí. Tuvimos que subir sin nada, así que las chanclas me las metí dentro del peto.
Nunca en mi vida había pasado tanto frío debido al día tan malo que hacía y a que ya estaba medio atardeciendo. Es verdad que no lo disfruté mucho pero bueno. Eran unos 8 saltos de cascadas que mas las imaginaba más grande de lo que fueron. Pero como se dice, todo esfuerzo tiene una recompensa, y en este caso fue llegar abajo y que hubiese una hoguera encendida. Creo que hasta se me quemaron los pelos de tanto acercarme a ella. De este lugar evidentemente no tengo casi fotos.


Después de cambiarnos en el autobús de nuevo, nos fuimos a cenar algo porque nos esperaba otro largo camino de nueve horas de regreso hasta Guadalajara. Por primera vez probé un elote cocido bien rico.
El camino se me pasó rápido de lo cansado que estaba. Llegamos a eso de las 4 de la mañana a casa y por supuesto que al día siguiente no fui a clase porque me tendría que levantar en apenas dos horas.

Este viaje fue totalmente diferente a los anteriores, un lugar muy lindo pero no imperdible como me habían dicho. Ya tocaba un viaje solo de machos ibéricos. Aprovechamos para enseñarle a mi amigo Fabian dos palabras españolas "preciosas" y "básicas" para desenvolverte: potorro y premo.

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